Blogia
UMBRAL

LAS DIEZ DRACMAS

(28)

 

 

LAS DIEZ DRACMAS

 

 

     Señor, Tú conduces por tu Espíritu a tu Iglesia a proclamar tu Nombre, tu grande victoria a nuestro favor. Gracias te damos, Señor; exaltado seas Tú, exaltado en medio de la iglesia, exaltado en los cielos y en la tierra; porque la tierra también será llena del conocimiento de tu gloria, en Cristo Jesús. Gloria a Ti, exaltado seas, exaltado por tu Iglesia, Oh Dios, en Cristo Jesús, amén. Padre, gracias por concedernos estar en tu Santa Presencia por Su preciosa sangre. Señor, seamos con tu socorro abriendo tu Palabra, que Tú nos hables por todos los rincones de tu Palabra, que Tú puedas, Señor, afirmarnos en tu gracia y en tu poder; que lo que veamos de tu Palabra, Señor, alimente nuestro hombre interior, nos establezca firmemente en Ti; seamos afirmados para la eternidad, y habiendo acabado todo, estar firmes en el Señor Jesús; amén.

 

     Hermanos, muy buenas noches, la paz del Señor Jesús sea con todos. Con la ayuda del Señor, vamos a estar hoy dando continuidad a la consideración de las parábolas del Señor Jesús, por medio de las cuales el Señor nos habla de los misterios del reino de los cielos. Hoy vamos a considerar una de las parábolas de la trilogía de parábolas que comenzamos a ver la vez pasada; y la parábola de hoy se encuentra solamente registrada en el capítulo 15 de Lucas. Lucas capítulo 15, versículos 8-10. “O ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”. ¡Amén, hermanos! Esta parábola, como dijimos al principio, forma parte de una trilogía que aparece solamente aquí en Lucas; porque Mateo sólo menciona lo de las cien ovejas, y punto; pero Lucas sí menciona las cien ovejas, las diez dracmas y el hijo pródigo; y esas tres parábolas tienen un fondo muy semejante; y el Espíritu Santo le dio a Lucas un principio de asociación, y las agrupó aquí en este capítulo 15; de manera que todas ellas nos hablan algo parecido, solamente que con algunas pequeñas variantes; y esa trilogía nos muestra también la trilogía de la Trinidad. Ustedes se dan cuenta de que en la parábola del hijo pródigo, que consideraremos, si Dios permite, después, ahí aparece el personaje que representa al Padre; aparece el Padre recibiendo a su hijo pródigo. En la que vimos la vez pasada aquí mismo en el capítulo 15, la de las cien ovejas, ahí aparece el pastor buscando la oveja y llevándola en sus hombros; o sea que ahí aparece el Hijo; y nos queda, entre esas dos, esta parábola de esta trilogía, la de la moneda perdida, el dracma perdido, las diez dracmas, donde seguramente que es el Espíritu Santo el que busca; sólo que Él lo hace usando sus medios; y entonces vamos a ir viendo los medios que usa el Espíritu Santo para encontrar el dracma perdido. Lógicamente que aquí la mujer no representa al Espíritu Santo, sino que representa más bien a la Iglesia, porque la iglesia es el cuerpo de Cristo, es la casa de Dios, es la morada del Espíritu; por lo tanto, es el vehículo del Espíritu. Es decir que en esta trilogía aparece el Padre resaltado en la parábola del hijo pródigo, el Hijo como el pastor en la parábola de las cien ovejas, y aquí el Espíritu Santo obrando por los medios de gracia para salvar a las personas perdidas, y también a los que están caídos levantarlos.

 

     Vamos a repasar las frases en esta parábola. Vamos a empezar desde el verso 8: “O ¿qué mujer…?”; sólo ese inicio está diciendo que es inaudito, que eso no se va a dar, que sería raro que a una mujer a quien se le pierde algo que tiene, algo que valora, no le va importar, y lo va a dejar perder; eso sería extraño; entonces el Señor está diciendo: Si una mujer de la tierra tiene cuidado de algo que ella valora, algo que ella tiene, ¿cuánto más Dios? En otras ocasiones también el Señor Jesús hace esas comparaciones, mostrando como incluso personas de la tierra, que somos malos, hacemos cosas buenas. Dice: Si un hijo le pide a su padre, un hombre de la tierra, si vosotros siendo malos, si su hijo le pide pan, ¿acaso le va a dar una piedra? y si le pide un huevo, ¿le va a dar una serpiente? Lo dice a propósito para hacer el contraste; ¿cuánto más vuestro Padre? Entonces el Señor quiere dirigir nuestro corazón principalmente a nuestro Padre, el Señor quiere que conozcamos al Padre; lo que el Señor Jesús hizo de una manera muy especial fue presentar a ese Dios que era tan Altísimo, tan lejano, presentarlo tan cercano, presentarlo como nuestro Padre, Dios totalmente cercano. Entonces esas parábolas lo que hacen es traer el cielo a la tierra, la presencia del Señor bien cercana, como que lo podemos tocar; y lo hace con preguntas como ésta: “¿O qué mujer…”; es que una mujer ni siquiera se descuidaría de una moneda; ¿cuánto más Dios? Entonces Él empieza y da estos detalles: “¿Qué mujer que tiene”, o sea, hay un sentido de posesión; quiere decir: cuando tú aprecias algo, tú no quieres que eso se pierda, no eres indiferente, lo tienes. Si algo te es indiferente, si algo no te importa, pase lo que pase no te hace ni fu ni fa, lógicamente tú no tienes ninguna ligazón con eso, ¿verdad? Pero aquí lo que Dios quiere mostrar es que tenemos ligazón con Dios; el corazón de Dios está ligado a nosotros; por eso Él habla de una mujer que tiene, es decir, que posee algo; o sea que Dios sentiría en su corazón si le faltara; eso es lo que Él quiere decir.

 

Vemos el ejemplo de diez dracmas. El dracma es una moneda griega; realmente la moneda es griega, pero equivale a una moneda romana que es el denario; digamos que un dracma se cambiaría por un denario; y un denario es una moneda que equivale al salario de un día de trabajo. Cuando la persona trabajaba todo ese día, ganaba un denario; y con ese denario podía mantenerse él, mantener su familia, y quizás ahorrar un poquito. Entonces eso sería un denario; y esa es más o menos una dracma; y aquí Él usa diez dracmas.

 

El número diez en la Biblia es un número de universalidad, es un número de generalidad, o de totalidad; cuando aparece en la Biblia el número diez, aparece como la generalidad. Por ejemplo, en el capítulo 10 de Génesis aparece la Tabla de las Naciones mostrando toda la humanidad. Cuando aparece el reino final del mundo, aparece con diez dedos, o diez cuernos rodeando a la bestia final, hablando de un gobierno mundial. Cuando aparecen los hijos de Dios, las iglesias esperando al Señor Jesús, los compara con diez vírgenes. Entonces, es el número de la totalidad; quiere decir que el Señor, que es el Dios de todo, no quiere que le falte nada.

 

     Ustedes recuerdan un pasaje, si lo quieren leer conmigo, y luego volveremos aquí; en Apocalipsis, vamos a leer allí un pasaje que nos ayuda a entender ese sentir del Señor, como es el sentir de cualquier padre, como lo decíamos la vez pasada, que si tiene tantos hijos, y el asiento de uno de ellos está vacío en la mesa, aunque se alegra con los que están, su corazón sabe que todavía le falta el otro hijo que se sienta ahí; sólo cuando todos los hijos están ahí, él está satisfecho, porque su casa es lugar de reposo de él. Entonces vamos allí a Apocalipsis, a los dos capítulos de las iglesias, al 2 y al 3, que es donde aparecen los mensajes a las siete iglesias; y quiero que miremos allí en el capítulo 3, en el verso 1, como el Señor le dice a Sardis, que como ustedes saben, era una iglesia que estaba perdiendo las cosas, y se estaban quedando con vacíos. Podemos leer lo de los vacíos en el verso 2 que dice: “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir;” o sea, las cosas están muriendo, y sigue diciendo: “porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete”; o sea que el Señor no quiere que se pierda nada; aún cuando sobraron aquellos panes después de que comieron, esos que sobraron de aquellos pocos panes y peces que El multiplicó, hubo un principio de economía que siempre tenemos que recordar, que lo podemos escribir en el corazón y en las paredes: “que no se pierda nada”; es una frase corta, pero es un principio de economía: “que no se pierda nada”.

 

Entonces el Señor, al inicio del verso 1, le dice a la iglesia: “Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios”; el número siete es el número de plenitud; “y las siete estrellas”. Lo mismo le dice a Efeso; miren en el capítulo 2 al inicio: “Escribe al ángel de la iglesia en Efeso:”, o sea, la iglesia que había comenzado a aflojar, “El que tiene las siete estrellas en su diestra, El que anda en medio de los siete candeleros”. Cuando Juan vio la visión, eran siete candeleros; y ahora Él dice: -Yo soy el que ando entre los siete-; pero ¿por qué le menciona a Efeso los siete candeleros? A ninguna otra de las iglesias le mencionó los siete candeleros; ¿por qué a Efeso? Porque Efeso corría el peligro de perder su candelero, y Él es el que anda en medio de los siete, no seis, ni cinco, ni cuatro; entre los siete candeleros. Entonces dice allí en el versículo 5 del capítulo 2: “Recuerda, por tanto, de donde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido”; tu candelero de su lugar; o sea que cada candelero tiene un lugar, y el Señor es el que anda en medio de los siete candeleros, o sea, en medio de la plenitud de las iglesias; Él no quiere que haya un lugar vacío; así es el corazón de Él, y así tiene que ser también nuestro corazón. Dios no es indiferente si faltamos, Dios no es indiferente si no estamos presentes; lo mismo a nosotros no nos puede ser indiferente ningún hermano; si no está, si falta algún hermano, y somos indiferentes, es como si no tuviéramos ligazón con los hermanos; pero si somos hermanos, tenemos el mismo Espíritu, y sentimos la carga del hermano. No porqué esté el otro ya no es necesario que esté éste, no; tenemos que estar todos, el otro y éste, todos, que no falte ninguno, ¿verdad? Entonces ese mismo principio aparece en Lucas.

 

     Volvamos a Lucas: “tiene diez dracmas”; antiguamente, especialmente las mujeres casadas en ese tiempo, ellas hacían una especie de balaca con las diez monedas; las mujeres casadas acostumbraban tener esas monedas, y se ponían esas diez monedas porque ¿qué es lo que hay en una moneda? En una moneda está impresa la imagen del dueño de la moneda, allá era el César. Cuando le preguntaron a Jesús por qué no pagaba los impuestos, Él dijo: traedme la moneda. ¿Es lícito dar tributo al César? Traedme la moneda; y le trajeron la moneda; y ¿a qué fue a lo que Él les llamó la atención?: ¿De quién es esta imagen? O sea, ¿a quién le pertenece esta moneda? Pertenece según la imagen que esté grabada; eso es muy importante entenderlo. Nosotros le pertenecemos a aquel que está impreso en nosotros. Si el Señor se imprime en nosotros, quiere decir que somos sellados por Él, quiere decir que le pertenecemos a Él; pero si otra cosa se imprime en nosotros, le pertenecemos a aquello que se imprime en nosotros; por eso es que los que tengan la marca de la bestia en la mano o en la frente, le pertenecen al enemigo; ¿por qué? porque se dejaron marcar, tanto en su frente, y sus pensamientos son dirigidos por el enemigo; su servicio, su mano, es para trabajar para el enemigo; por eso tienen una marca en su frente y en su mano; y se dice que los que tienen esa marca de la bestia no tienen reposo ni de día ni de noche, sino que van a ser atormentados delante del Señor por los siglos de los siglos; lo dice allí en Apocalipsis. O sea que lo que está impreso en uno, indica a quien uno le pertenece. Si nosotros nos dejamos imprimir propaganda, ya sea directa o subliminal, porque ahora también hay subliminal, y no hay que estar exponiéndose, ni a la directa, menos a la subliminal, ¿verdad? Porque uno se va pareciendo a aquello que uno aprecia, a aquello en lo que uno se concentra. Yo les contaba una vez que había un político aquí en Colombia, yo no lo sabía, pero yo le decía a mamá: me parece que ese señor tiene cara como de caballo; y resulta que era amigo de los caballos y le gustaba pintarlos, dibujarlos.

 

     Repito también para los hermanos más nuevos: vamos a 2ª a los Corintios capítulo 3 desde el verso 17 y 18, donde dice: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo…”, aquí la palabra dice: en, es una parte de la traducción, pero realmente el espejo somos nosotros, nosotros somos el espejo que mira al Señor; cuando el espejo se pone frente al Señor, entonces el rostro del Señor aparece en el espejo; la intención es que nosotros observemos al Señor. Cuando permanecemos delante de Él, vamos siendo transformados a la imagen de Él; pero ¿qué pasa si en vez de estar en la presencia del Señor, estamos en la presencia de una telenovela boba, y a veces no tan boba, sino bien sucia, o estar delante de cualquier cosa indigna? eso es lo que va a aparecer en el espejo, eso es lo que se nos va a grabar en nosotros, aquello que nosotros miramos. Entonces dice acá: “mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”, o sea que el ser humano fue diseñado para estar delante del Señor y expresar al Señor; pero ¿qué pasa cuando uno no está delante del Señor, cuando le da la espalda al Señor, y empieza a seguir a los demonios? se va pareciendo a los demonios; o ¿no les parece que así es como lucen muchos artistas de rock ahora? Con lenguas largas, bípedas, con ojos todos pintados; ellos se parecen más a los demonios. El diablo está profanando la imagen del Señor en los seres humanos, porque nos volvemos a las cosas bajas, y en eso nos vamos volviendo. Como dice también un Proverbio: “Según es el pensamiento en el corazón, tal es la persona”; lo que uno contempla en su corazón es lo que determina a lo que uno se va pareciendo. Entonces por eso hay que mirar al Señor, para ser transformados por el Señor.

 

Entonces estas monedas, eran monedas que tenían el sello del rey; las monedas son con lo que se paga, con lo que se compra, con lo que se entra, con lo que se sale; y en las monedas, en las dracmas, estaba la imagen del rey. ¿De quién es esta imagen? Del César; entonces dadle al César lo que es del César; si tiene la imagen del César, es porque es del César; entonces denle a él lo que es de él. Entonces ¿a quién le pertenecemos? A quien está forjando su imagen en nosotros. Amén.

 

     Tomamos estos versos para enriquecer lo que quiere decir un dracma, una moneda; pero ya no es una, sino que son diez; y en esas diez monedas está impresa la imagen del dueño; y eso las mujeres se lo colocaban como una balaca en aquel tiempo; imagínense que se le perdiera, que se le saliera una moneda. Ellos antiguamente lo tomaban como un mal agüero; no estoy diciendo que nosotros hagamos eso; nosotros no tenemos que vivir por agüeros; pero si a alguna de ellas se le caía una moneda, ella pensaba, bueno, que se le iba a dañar el matrimonio, o que le estaba siendo infiel su esposo, o que algo le iba a pasar; ellas se preocupaban si les faltaba una moneda. Nosotros no lo tomamos en ese espíritu, claro que no. Como unos que dicen que se les cayó el anillo, y entonces ahora se les va a romper el matrimonio; nosotros no lo tomamos en ese sentido, pero lo digo para que comprendamos la preocupación de esta mujer, ¿verdad? Porque ellas acostumbraban ponerse esas balacas con las monedas. Si era una persona pobre, y no se ponía las monedas en la balaca, las guardaban como en un pañuelito; y lógico, al manipularlas, quizás en un tropezón se le cayó; y aquellas casas no eran como las de ahora. Recuerden que en ese tiempo no había luz eléctrica, y Jesús hablaba para el pueblo, ¿verdad? Las casas eran pequeñas, y el piso era de tierra, no había ventanas; algunas casas tenían una ventanita pequeña, pero lo normal era que no había ventanas; de manera que si se caían esas monedas, había que encender la lámpara, había que prender la luz, no como ahora, que hay luz eléctrica; allá era un problema si se le caía una moneda; si se caía, quedaba en la oscuridad; eso es lo que quiere decir una moneda perdida, es una moneda en la oscuridad.

 

     Entonces dice aquí: “si pierde una dracma”; puede ser que tenga las nueve, pero si pierde una de las diez, no va a quedar contenta con las nueve que tiene, porque le falta la décima, porque la décima significa algo. No piense que porque tú eres apenas una persona, y a lo mejor quizá no seas un gran apóstol, un gran escritor, puedes pensar que tú no eres nadie; no es así. Para el Señor cada persona es importante, cada persona es de valor; para el Señor no hay montón; hay seres humanos a quienes el Señor los conoce íntima y profundamente y que los ama, que los creó para que lo reciban, lo conozcan, y participen de Su gloria; para eso creó los seres humanos. Él no quiere la muerte de ninguno, Él quiere que todos se arrepientan, y Él quiere que todos sean salvos y que todos vengan al pleno conocimiento, a la epignosis, al pleno conocimiento de la verdad; ese es el deseo de Dios para todos; no hay ninguno que pueda decir: -seguramente yo no estoy en el interés de Dios-, no; por eso nos está hablando esta parábola, para decirnos que cada uno está en el interés de Dios; Dios está interesado en ti, no pienses en otro; tú puedes ser esa moneda, allá escondida en la oscuridad, en el polvo; en ti está interesado el Señor, ¿amén?

 

     Ahora vemos que aquí empieza a decir tres cosas claves para encontrar esa moneda: la primera, enciende la lámpara. Entonces vamos a ver cuales son los medios de gracia para encontrar la moneda perdida. Primero enciende la lámpara; la lámpara en la Biblia representa dos cosas, y esas dos cosas se relacionan; por una parte, representa la palabra del Señor. Dice en el Salmo 119: Lámpara es a mis pies tu palabra, o sea que la palabra del Señor es la lámpara; pero no es la palabra muerta, la palabra sin entender, no, sino la palabra vivificada por el Espíritu; por eso también nuestro espíritu humano representa la lámpara. Dice la Biblia que el espíritu del hombre es la lámpara del Señor; o sea que lo primero para encontrar lo que está perdido, es encender la lámpara, usar Su palabra viva, revelar Su palabra en el espíritu; eso es lo primero para que alguien sea encontrado; si no, vamos a seguir en la oscuridad, no va a haber luz; para ser encontrados tiene que encenderse la luz de la Palabra y del Espíritu, eso es lo primero. Entonces dice: “¿no enciende la lámpara?”, porque esa interrogación cobija a todas estas frases.

 

Segunda: “barre la casa”; la casa puede tener un significado colegiado, como estaba orando nuestra hermana Lisbeth al principio, pero también individual. Nosotros somos cada uno, la casa del Señor; y todos juntos somos la casa del Señor, porque cada uno lo es y todos juntos lo somos con mucha más razón. Entonces primero tiene que haber un trabajo de encender la lámpara, que tiene que ver con un trabajo en el espíritu, en el interior, es decir de regeneración; y es un trabajo del Espíritu usando la iglesia, llevando la Palabra del Evangelio para que haya primero luz. ¿Qué fue lo primero que dijo el Señor cuando tuvo que componer el caos, porque había un caos? ¿Qué fue lo primero? Sea la luz; y luego: sepárese lo de arriba de lo de abajo, porque estaba todo mezclado; y entonces Él empieza a separar lo que es de arriba de lo que es de abajo, lo que es del Espíritu de lo que es de la carne, lo que es del ego, lo que es de la naturalidad, lo que es del mundo, de lo que es de Dios; lo que es santo de lo que es profano, lo que es vil de lo que es precioso. Dios tiene que hacer primero un trabajo de regenerar, y luego de santificar, de renovar. Entonces aquí estamos viendo ese trabajo del Espíritu a través del testimonio de la iglesia, buscando la persona que está perdida pero que para el Señor es valiosa. Regenerando primero, es decir, trayendo luz al espíritu, trayendo vida; si no hay luz en nuestro espíritu, seguimos perdidos; pero esa vida en el espíritu tiene que pasar al alma; entonces tiene que haber una barrida de la casa, una limpiada, una renovación; o sea, se tienen que sacar todas las cosas sucias; porque a veces recibimos al Señor, y somos regenerados, pero todavía no renovados, porque son dos cosas diferentes.

 

     Vamos a la epístola de Pablo a Tito, que nos habla de esas dos cosas. Vamos a Tito, capítulo 3. Miremos en el versículo 3, la moneda perdida, el dracma perdido. “Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros”. Esa es la moneda perdida, esa es la moneda en oscuridad, debajo del polvo, en la carne, en el mundo, en la perdición, éramos. “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Señor, y su amor para con los hombres”, allí es cuando Él estaba buscando con diligencia esa moneda perdida, trayéndonos la palabra de Dios, que es el evangelio, y que nos anuncia ese amor, esa obra a favor de nosotros. Entonces dice: “nos salvo, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho”; ¿qué era lo que nosotros hacíamos? Pecar, nosotros estábamos perdidos; el que buscó la moneda fue la mujer, no fue la moneda la que buscó a la mujer, fue la mujer la que buscó la moneda, es Dios el que nos buscó a nosotros a través de sus medios de gracia: “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia”; eso es algo jurídico, nos salvó por su misericordia; y ahora empieza lo orgánico, la operación en nuestro interior: “por el lavamiento de la regeneración”; no dice “la regeneración de lavamiento”, como si el lavamiento regenerara, sino que la regeneración lava. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que Yo os he hablado. Entonces primero viene el lavamiento de la regeneración, la palabra que limpia y que regenera, es decir, que comunica la vida divina a nuestro ser; entonces menciona primero la regeneración; la regeneración es la vida divina del Espíritu de Dios en nuestras vidas; por eso es la lámpara encendida; y dice aquí: “y”, no sólo la regeneración; “y por la renovación”; del lugar santísimo pasa al lugar santo; “y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”. Entonces aquí nos damos cuenta de que en un sentido inicial renovación es algo más que regeneración.

 

     Vamos a ver esa misma renovación en Romanos capítulo 12; vamos a ver esa expresión allí en Romanos capítulo 12. Dice desde el verso 2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”; o sea, la renovación es la obra del Señor en nuestra alma; quiere decir también: en nuestros pensamientos; allí es donde hay que barrer; hay que barrer en nuestros pensamientos, en nuestras emociones; allí también hay que barrer; hay que barrer en nuestras emociones y en nuestra voluntad; ahí también hay que barrer, porque primero recibimos el Espíritu en nuestro espíritu por la fe, pero esa vida viene para comenzar un proceso de renovación; porque la regeneración es en un instante; la regeneración es cuando crees en el Señor y el Espíritu del Señor vino a tu espíritu; el Espíritu de Dios entró en el tuyo, y ahí tienes un nuevo Espíritu, eres una nueva creatura, eres un hijo de Dios en el espíritu; eso es instantáneo, la regeneración sólo requiere del instante primero de la fe verdadera. Cuando de verdad crees en el Señor, ya naces de nuevo. Pero ahora la renovación es una barrida que dura todo el tiempo; es decir, ahora necesitamos ser renovados, que es distinto de regenerar; la regeneración es la vida divina en nuestro espíritu, pero que ahora es necesario que pase a nuestra alma, o sea, a nuestros pensamientos, a nuestras emociones, a nuestra voluntad, o sea, a la casa; ahora viene la barrida de la casa; ¿para recuperar qué? aquello que Él aprecia, en lo cual está la imagen del dueño, ¿ven?, está la imagen del dueño. Lo que el Señor quiere recuperar es la imagen de Cristo en nosotros, porque nosotros la hemos manchado por causa del pecado; entonces tiene que haber una barrida; es decir, primero hay la encendida de la lámpara y entonces la barrida de la casa, barrer la casa; ¿para qué se barre la casa? Para que toda la mugre que está encima posiblemente de la moneda, salga, y pueda aparecer la moneda con la imagen; pero si está debajo del polvo, en la oscuridad, no se va a encontrar; entonces se tiene que encender la lámpara y se tiene que barrer; eso es lo que el Señor está haciendo.

 

Y dice más: “y busca con diligencia hasta encontrarla”. El Señor es diligente en la búsqueda; nosotros pensábamos que nosotros éramos los que buscábamos, pensábamos que nosotros éramos los buscadores, ¿verdad? A veces nos jactamos de ser creyentes. Nosotros leíamos filosofía, psicología y esoterismo, buscando la verdad, pero realmente esa hambre interna era el Señor buscándonos a nosotros; y luego tiene que barrer ese montón de porquerías con que nos atosigamos, porque el que en verdad nos busca es el Señor; Él es el que nos busca. Entonces dice:”y busca con diligencia”; ¡qué precioso es esto! dos palabras claves: buscar; o sea el Señor en verdad nos busca, en realidad le importamos a Él, de tal manera que si no nos encuentra en el lugar en que tenemos que estar, que es ahí en la mesa con los demás hijos, Él nos busca. ¿Cuándo te parece que Él ejercita la intercesión? No solamente cuando estoy bien, sino precisamente cuando estoy peor. ¿No le dijo eso el Señor a Simón?: Simón, Satanás te ha pedido, porque Satanás, para poder tocarnos, tiene que pedirle permiso al Señor; y el Señor le da permiso sólo un poquito, solamente para que nosotros reaccionemos y veamos en qué peligro estamos. Entonces le dijo: Satanás te ha pedido para zarandearte como a trigo, pero yo he rogado por ti; es decir, cuando tú estás en plena zaranda, mejor dicho, con esos nervios que suben y que bajan, porque ¿saben que es zarandear? Zarandear es sacudirlo; o sea, cuando estamos en esa sacudida, que estamos para arriba y para abajo, ahí es cuando Él está intercediendo; no es cuando estás bien, cuando todo está bien contigo, tú estás orando, ayunando, estar reuniéndote, estás amando, estás sirviendo; claro que también ahí, pero cuando tú necesitas, cuando estás en el peligro, cuando estás en la prueba, cuando estás en el conflicto, ahí es que Él está cuidando de ti, ahí es que Él está intercediendo por ti, ahí es cuando Él dice: yo rogué por ti para que tu fe no falte; es decir, fíjense que a Judas Iscariote le faltó la fe y se ahorcó, se reventó, se explotó. Pedro también negó al Señor, pero el Señor intercedió para que no le falte la fe, y él venció. Entonces por eso dice la palabra del Señor: cuando vuelvas, confirma tus hermanos; o sea, Él intercedió por Pedro cuando Pedro estaba en la zaranda; dice: yo he rogado por ti que tu fe no falte; es decir, no te puede faltar la fe cuando estás en la zaranda, porque la zaranda viene para hacerte sentir tus sentimientos, como si Dios te hubiera olvidado, como si ya no hay caso contigo, esas emociones negativas, pensamientos y sentimientos negativos que el enemigo trae, es como para hacerte sentir que estás en el aire, porque como a veces te quieres guiar por los sentimientos, y los sentimientos son como el ascensor que sube y baja, que no son seguros, cuando viene el día de la prueba, la hora difícil, cuando viene la andanada de dardos de fuego del maligno y tú empiezas a desconfiar porque no puedes sentir, ahí tu fe empieza a tambalear; esa es la zaranda. Pero dice: que tu fe no falte; la fe es en la Palabra, nunca busques la fe en los sentimientos, nunca te bases en lo que sientes, sino en lo que Dios dice. Si Dios dice algo, es así, tienes que creer, resistir otro pensamiento, resistir todo sentimiento; lo que Tú dices, Dios,  es esto; y esto es lo que yo creo; porque los enemigos vienen a la mente, vienen a las emociones, vienen al sistema nervioso, viene a la piel; ahí es donde el enemigo viene; a veces viene deleitoso, y a veces viene terrible, de las dos maneras; él es terrible, él viene a matar, a robar y a destruir, él nos tiene un odio terrible. Gracias a Dios que el amor del Señor es mayor, y el poder del Señor es mayor. Pero ¿qué es lo que Él pide para mantenernos firmes y resistir? La fe, que tu fe no falte. Entonces allí es cuando el Señor intercede. Dice que El intercede por nosotros siempre; no que Él es sólo sacerdote cuando estamos bien, y luego deja de serlo cuando cometimos la falta; al contrario, es porque Él conoce que somos terriblemente falibles, más de lo que nos imaginamos, y eso es lo que vamos descubriendo a medida que caminamos con el Señor, cuán débiles somos; y entonces ahí es que Él intercede, intercede para que no nos falte la fe; la fe no en nosotros, porque nunca estaremos delante de El por la justicia propia; sino  la fe en Su amor; nunca debemos dudar de que Él nos ama, no importa lo que pensemos, no importa lo que sintamos; Él nos ama, y ahí tenemos que estar seguros, y ahí nos afirmamos, y ahí resistimos, y ahí pasa la tormenta y nos levantamos de nuevo, ¿amén hermanos? Esa es la búsqueda diligente, es el Señor buscándote a ti, donde estás, en una cueva, porque si no estuvieras en una cueva no habría que buscarte; pero a veces estamos en pozos, y Él nos busca diligentemente en el pozo, porque ¿hasta dónde Él bajó? ¿saben hasta dónde? Hasta el Seol, a llevar a los que estaban cautivos en el Seol; y predicó el evangelio a los muertos, que Él era el Mesías que todos esperaban, para sacarnos del hueco; para eso vino el Señor, amén. La búsqueda diligente del Señor nos alcanza en el hueco. ¡Dónde estaba Elías? En un hueco, huyendo, temeroso; ¿qué haces ahí Elías? Sal, sal del hueco. Lázaro ¿qué haces en la tumba? Sal fuera; y salió; eso es lo que hace el Señor, ¿qué haces tú ahí? Sal fuera del hueco, sal a la luz , levántate y ven, ¿amén? “busca con diligencia hasta…”, ¡aleluya! La búsqueda del Señor, “…hasta encontrarla”. No es como nosotros, no, no; tiro la toalla; el Señor no tira la toalla, Él busca hasta encontrar; ¿a quién? a quien ama; Él nos ama, y entonces busca hasta encontrarnos.

 

     Verso 9: “Y cuando la encuentra”, ¡aleluya! ¡Gracias a Dios! “Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas”; si esta es la iglesia local, serán las otras iglesias; “y vecinas”, que podrán ser los ángeles, porque después habla de los ángeles también; “diciendo: gozaos conmigo”, ¡aleluya! Ese es el amor del Señor; todavía no estaba gozando mientras está buscando, pero Él busca hasta encontrar para poder gozarse, porque dice que El menospreció el oprobio por el gozo puesto delante de Él; Él sabía el mal que existiría si dejaba a las personas libres, pero si hacía solo títeres, ¿qué gloria habría? Entonces son libres, tanto los ángeles, como los querubines, y los hombres; y se rebeló el maligno. Él sabía el daño que habría, pero Él sabía también el gozo mayor que habría; Él sabía la terrible cantidad de aflicción, pero conoce una cantidad mayor de consuelo; si Él no permite la aflicción, no vas a conocer el consuelo; sólo porque has probado la aflicción vas a conocer el consuelo. Una persona que nunca conoce la aflicción, no conoce el consuelo, no sabe lo que es salir del fango a la Roca firme. Entonces el Señor es sabio, y a veces nos tiene que dejar un poquito conociendo lo que es el fango, para que apreciemos lo que es la Roca firme, ¿amén?

 

Gozaos conmigo”, es decir, hay que alegrarse con el Señor, con la Iglesia, que es el instrumento del Señor; gócense conmigo; es un gozo conjunto del Espíritu del Creador y de sus instrumentos, de la Iglesia, de las iglesias, de sus ángeles; gócense conmigo; qué lindo que en el reino hay gozo. Hay otro reino también, pero no hay gozo, sólo temor; aquí en este reino del Señor hay gozo; en el del Señor. “Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”. Precioso ¿no hermanos? Gozo en los ángeles, porque la película favorita que se ve en el cielo es lo que pasa en la tierra; no sólo la de los ángeles electos; incluso los ángeles caídos se la pasan mirando este planeta; ¿de dónde vienes Satanás? De recorrer la tierra y andar por ella. Dios también tiene siete ojos para recorrer la tierra, Dios está constantemente mirando sobre la tierra; sobre todo ¿saben qué es lo que Él mira? Nuestro corazón, eso es lo que Él mira, Él mira nuestros corazones, Él mira lo que está pasando en nuestros corazones, eso es lo que Él está mirando, lo que pasa en nuestros corazones. Lastimosamente no solamente Él ve eso; los ángeles también ven, y los demonios ven, y cuando nos “meten un gol”, ellos hacen fiesta, y los nuestros lloran; pero cuando nosotros “metemos el gol”, los nuestros hacen fiesta, y los otros se enfurecen, tiran la puerta, y hacen lo que puedan; si no te pudo matar a ti, mata al de al lado, pero te quería matar a ti, como no pudo, mató al de al lado. Yo he visto eso, accidentes aquí al frente y aquí detrás; yo sabía que era para nosotros, pero no pudo, porque el Señor nos guardó; entonces se lo hizo al otro; ese es el enemigo; el Señor nos guarde. Es como si fuésemos pescaditos en un acuario; nosotros estamos aquí en el acuario, y los otros están en la otra dimensión; el Señor que lo llena todo; Él está en todas las dimensiones, Él es omnisciente y omnipresente en todo, pero también los ángeles, que a veces vienen a ésta, lo normal es que están en la suya, y también los otros espíritus; nosotros no los podemos ver a ellos, pero ellos si nos pueden ver a nosotros, a veces hasta adivinan algo, ellos no conocen todo, por eso es que no hay que hablar de una manera errada cosas que vamos a hacer, porque vas a hacer algo para el Señor, y lo dices sin cuidado, sin la protección del Espíritu, y lo oyen los demonios, y ellos van a estorbar; entonces hay que ser muy prudentes no solamente con el mundo natural, sino con el espiritual, porque nosotros somos espectáculo. Vamos a leer esa frase allí en 1ª a los Corintios para ver ese aspecto.

 

     1ª a los Corintios capítulo 4; vamos a ver esa noción de espectáculo, vamos a leer desde el versículo 9: “Porque según pienso, Dios nos ha exhibido”, noten esa palabra “exhibición”, “exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte, pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo”, pero no sólo al mundo, “a los ángeles”, y entre esos hay unos que no cayeron, dos tercios, y un tercio que cayó, que también son ángeles. Por eso nuestras hermanas tienen el velo puesto por causa de los ángeles, ¿por qué? porque ellos están viendo lo que significa este mundo, ellos saben lo que significa el velo, cuando se hace con revelación; significa: yo proclamo que el reino es del Señor y me someto al Señor, y estoy bajo la cobertura del Señor. Entonces Dios te ve bajo esa cobertura y se sabe a quién tienes por rey, se sabe a quién le perteneces, y bajo quién estás cubierta, y no pueden llegar, porque tienes señal de autoridad sobre tu cabeza. Esa señal de autoridad quiere decir que reconoces la autoridad del Señor. A diferencia de los demonios que se rebelaron, la Iglesia sí lo reconoce, y las mujeres representan a la Iglesia; cuando se cubren la cabeza, están dando testimonio, están dando señal de autoridad, están mostrando que ellas reconocen un gobierno que es el Dios, y que ese gobierno es su protección, su cobertura. Pero si se actúa de una manera rebelde, descuidada, es como decir: yo no necesito cobertura: entonces le llegan directo los demonios; ese es el problema; quien no está cubierto es pasto de los demonios.

 

     Les cuento una anécdota: una vez un hermano le dijo al presbiterio, y no voy a decir el lugar, ni el nombre, sólo voy a contar el acontecimiento; dijo: ah! ya estoy cansado de que los hermanos me estén cuidando, déjenme vivir mi vida, no estén pendientes de lo que yo hago, déjenme vivir mi vida; y salió; los hermanos lo respetaron, y él salió. Tan pronto salió a la calle, vio a lo lejos una nube de demonios felices que llegaban en dirección a él, porque él dijo: déjenme vivir mi vida; entonces los demonios encontraron lugar para venir a atacarlo. Cuando él vio eso, el Señor fue misericordioso, le dejó ver lo que pasaba, salió corriendo y les dijo: hermanos, perdónenme, oren por mi y cúbranme; y fue cubierto. No piensen que el mundo maligno es inocente, es asesino, hace las peores cosas. Si tú no estás bajo la cobertura del Señor, si tú no tienes en cuenta el cuidado del Señor, la sujeción al Señor, tú sales a tu propia manera, tú te burlas de las prescripciones del Señor, tú estás saliéndote de la cobertura, estás inmediatamente expuesto o expuesta a los ataques del maligno. Cuando tú estás en sujeción al Señor, y cuando tú pronuncias la sujeción, las hermanas cuando se colocan el velo para orar están diciendo: yo le pertenezco al Señor, reconozco que Él es el Señor, es una señal de autoridad, yo estoy bajo autoridad y bajo cobertura; entonces la persona está protegida.¿ Qué pasa si un equipo de fútbol pierde cinco partidos?, ¿a quién echan? Al técnico, porque el técnico es el que dirige, el técnico es el que dice: vayan por allá, hagan ese juego así; y nunca le sale bien; entonces el general es el que lleva la cuenta, porque él es el responsable. Eso es lo que quiere decir estar bajo sujeción. Si los jugadores hicieran lo que dijo el técnico, si los soldados hicieren lo que dijo el general, entonces la responsabilidad no está en los jugadores, no está en los soldados, está en el técnico, está en el general; eso es lo que quiere decir estar bajo cobertura. Cuando tú no aceptas la cobertura del Señor, tú estás expuesto a los ataques de los espíritus; cuando tú te sometes al Señor, estás protegido por el Señor, protegida por tu marido si eres mujer, protegido por los ancianos de la iglesia si obedeces lo que ellos dicen; pero si te sales y haces lo que tú quieres en tu casa, si tú no cuentas con el cuidado de tu marido, sales y no saben para dónde, tu marido no sabe para dónde saliste, ni que hiciste, así como cuando los hijos no obedecen una prohibición del padre, quedan desprotegidos, porque existe un mundo espiritual. El Señor estableció la cobertura para la protección, ¿por qué? porque somos espectáculo y esos espectadores intervienen; los ángeles fieles intervienen a nuestro favor; se dice que son espíritus ministradores a favor de los herederos de salud, pero los que se rebelaron no están a favor, están en contra, y también intervienen, provocan accidentes, provocan cosas, y a veces Dios tiene que permitir que algo le pase a alguno de los suyos, porque no se mantuvo debajo de la cobertura, no se mantuvo debajo de la protección, salió por sí solo haciendo las cosas, como decía el verso anterior. Miremos el verso anterior aquí en 1ª a los Corintios capítulo 4, verso 8: “Ya estáis saciados, ya estáis ricos, sin nosotros reináis. ¡Y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros!” Ya estamos saciados, no necesitamos a los apóstoles, no necesitamos que nos digan nada, ya estamos saciados, ya reinamos, no queremos oír opiniones, no queremos ser guardados, queremos hacer las cosas, reinar solitos, ahí es donde se abre la puerta y la brecha a los demonios. Del Libro de Crónicas, ¿qué se escribió en él? No hay el tiempo ahora por causa de la hora; pero allí se trata de cuando los demonios tienen acceso, por cuanto no hay cobertura. Cuando lean los últimos capítulos de mi libro “Aproximación a Crónicas”, los que pueden sacar fotocopia de las lecciones del libro y de los conceptos claves del libro de Crónicas, ahí van a detenerse en más detalles sobre esto que para ahora ya no tenemos tiempo, pero esto lo quise decir por causa de lo que decía esa última frase: Gozo delante de los ángeles; o sea que los ángeles son espectadores porque nosotros somos espectáculo; nosotros estamos siendo vistos por un mundo invisible, y en ese mundo invisible existe una guerra, y existe un campamento que nos cubre, y un cerco que nos cerca, como Satanás se quejaba delante de Dios porque había cercado a Job y que por eso Job lo adoraba, pero que lo dejara probar y vería como Job iba a maldecir. Hermanos, si Dios no nos tuviera cercados, ya estaríamos muertos; somos cercados, pero a veces nosotros mismos nos salimos del cerco, y Dios respeta nuestra decisión, ¿por qué? ¿saben qué, hermanos?  Con esta frase termino: El temor de Dios es la sabiduría y el principio de la sabiduría. Cuando tú respetas a Dios, y te guardas, esa es la sabiduría; y esa es la inteligencia: el apartarse del mal; el avisado ve el mal y se aparta; pero los insensatos pasan, y llevan el daño; ¿no es así? Entonces, hermanos, mejor es temer a Dios, vivir en la comunión, vivir en la sujeción mutua unos a otros, respetándonos, y así estamos protegidos, y así los “hinchas” del otro equipo no nos van a molestar; nosotros tenemos que ganar este “partido”, ya el Señor lo ganó y nos dio la victoria, y ahora nos toca a nosotros demostrar Su victoria; y esa es nuestra misión, viviendo en unión con Él. Vamos a orar al Señor.

 

Padre amado, en el nombre del Señor Jesús, te agradecemos que eres bondadoso, te agradecemos que Tú eres una cobertura verdadera, te agradecemos que nuestras hermanas no tienen sólo un trapo en la cabeza sino la cobertura del Dios Altísimo, el cerco de Dios, porque se han sometido a Ti y a tu protección. Padre, en el nombre del Señor Jesús, gracias porque nuestras hermanas representan a la Iglesia; lo que la Iglesia es, se ve en ellas; ayúdanos a ser personas que te amamos, personas que quieren vivir en el Espíritu, personas que quieren vivir en unión contigo; Tú eres el marido que te haces cargo de las cosas, déjanos vivir bajo tu regazo, bajo tu cobertura, en el nombre del Señor Jesús, amén.

 

     Puede ser que una hermana piense que su esposo no es lo suficientemente bueno, maduro, para cuidarla; pero acuérdese de que es Dios quien la está cuidando a través de su marido, no es sólo él. La Biblia dice que usted esté allí en ese lugar y que ahí Dios la protege, si usted respeta a los que Dios puso para protegerla, ¿amén? La paz del Señor sea con los hermanos.

 

Gino Iafrancesco V., 13 de mayo de 2005, localidad de Teusaquillo, Bogotá D.C., Colombia.

Transcripción de la hermana Marlene Alzamora, revisada del autor.

0 comentarios