EL HIJO PRÓDIGO
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EL HIJO PRÓDIGO
Padre celestial, gracias te damos por estar entre nosotros, por tu gracia y por tu misericordia, por la sangre del Cordero. Señor, quisiste morar entre nosotros; queremos que nos hagas una casa digna para ti, por medio de tu propio cuerpo, de tu gracia, misericordia, Señor, tu sangre y tu Espíritu. Pedimos a Ti, Señor, que una vez más nos hables por tu Palabra; que tu Palabra, que es eterna, sea vida, sea como nueva en nuestro espíritu, que el Espíritu de tu Palabra nos toque, Señor; te conozcamos a Ti por tu Palabra, por el Espíritu de tu Palabra. Te pedimos que nos ayudes a deponer nuestro ser a tus pies, para que él no te sea estorbo; lo ponemos en tus manos para que nos puedas ayudar, en nombre de Jesucristo Tu Hijo Amado, amén.
Hermanos, vamos con la ayuda del Señor a seguir dando continuidad a aquella trilogía que se encuentra en Lucas capítulo 15; una trilogía de parábolas dichas en un contexto de rechazo a ciertas personas; y el Señor, con estas parábolas, nos mostró la actitud de la Trinidad; la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo; y vimos la actitud del Espíritu Santo obrando a través de la Iglesia, y de su obra con el pecador, en el santo decaído, en la parábola de las diez dracmas, y de la dracma perdida en especial. Vimos también la obra del Hijo de Dios en la parábola de esta misma trilogía, de las cien ovejas, donde el Hijo es el buen pastor que da su vida por las ovejas; y el tercer elemento en esta trilogía es la parábola famosa, quizás una de las más famosas de las parábolas, la parábola del hijo pródigo; está en Lucas, y solamente en Lucas, en el capítulo 15 verso 11 hasta el 32; y es la parábola más larga; de todas las parábolas es a ésta a la que el Señor le dedicó más tiempo y más cuidado; quiso expresar de manera muy clara el corazón del Padre; porque ¿quién conoce al Padre? Sino el Hijo; gracias a Dios que el Hijo de Dios, el Verbo de Dios, se hizo carne; el Hijo del Hombre vino y nos ha dado a conocer al Padre. Muchas imágenes distorsionadas existen acerca de Dios, pero el Hijo nos dio la imagen exacta, la imagen exacta; eso es lo que quiere decir el carácter de su hipóstasis, como dice en Hebreos 1:3, la imagen exacta de Dios. Podemos conocer a Dios a través del Señor Jesús, a través de su carácter, a través de sus palabras que abren lo que está en su corazón a través de su obra. Entonces aquí en la parábola del hijo pródigo, exclusiva de Lucas, y la más larga de las parábolas registradas del Señor Jesús, el Señor nos muestra el corazón del Padre a través de esta conocidísima parábola que vamos a leer de nuevo, y vamos, con la ayuda del Señor, a masticarla, para que el Espíritu pueda tocarnos y nutrir nuestro espíritu. El objetivo de abrirnos a la palabra del Señor es poder ser nutridos en el espíritu. Hay cosas que ya sabemos, pero el Espíritu las puede usar una vez más, si estamos abiertos, no sólo al aspecto externo, que ya sabemos, sino si estamos abiertos al Espíritu de la Palabra.
Vamos a leer esta parábola con toda disposición de corazón para que el Señor nos pueda hablar y pueda tocar nuestro corazón. Voy a leerla de corrido, aunque sea larga, y luego volveremos sobre nuestros pies para masticar algunos puntos especiales: “También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó que era aquello. El le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”.
¡Preciosa palabra y parábola! Todos nosotros somos hijos pródigos. Volvamos sobre nuestros pasos allí al verso 11: “También dijo”; o sea, dijo varias parábolas, todas juntas, una detrás de la otra, porque es como si el Espíritu Santo quisiera que las cosas quedaran tan claras que no fue suficiente que hablara una, ni siquiera dos, sino tres, número perfecto, el número de Dios, el número de la Trinidad. “También dijo: Un hombre tenía dos hijos”; es interesante que aquí este hombre, que el Señor va a presentar en la parábola, representa al propio Dios, representa al Padre; y fíjense que entre los hijos de Dios no es la única vez que el Señor presenta dos; en otra parábola también había dicho que había dos hijos, que a un hijo le dijo: hijo, ve a servir mi viña; y él dijo: Sí padre, pero a la verdad no fue; y el otro dijo: no, no quiero ir; pero después se arrepintió y fue. Entonces Él presenta distintas actitudes en medio de su pueblo. Y aquí Él habla de dos hijos, porque al comienzo del capítulo, cuando Él comenzó a decir estas parábolas, dice: se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, o sea, los hijos perdidos; y los fariseos y escribas, o sea, los hijos que estaban en la casa y no habían ido a dilapidar los bienes, murmuraban diciendo: -Este a los pecadores recibe y con ellos come-; entonces les refirió la parábola de las cien ovejas, la parábola de las diez dracmas y de la moneda perdida, y esta del hijo pródigo, en ese contexto. Entre el pueblo de Dios hay personas con corazón duro, corazón que no tiene misericordia para con los caídos; entonces el Señor aquí, que vino con el objeto de llamar, no a justos sino a pecadores al arrepentimiento, quiere ablandar los corazones de ellos y explicar que Él está representando el sentir de Dios. A veces pensamos que el sentir de Dios es la dureza, aunque en ocasiones tiene que ser duro; pero en esta ocasión, como en este caso en que hubo una sincera búsqueda y un sincero arrepentimiento, Él no fue duro, sino que fue misericordioso.
Dice el verso 12: “y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde”. Lógicamente que ésta no era una obligación del Padre; ningún hijo tenía derecho a reclamar los bienes mientras el padre no muriera; pero de todas maneras, si el padre moría, entre los hijos tenían que repartirse los bienes de una manera que Dios había dicho. A este hijo menor le correspondía un tercio de la parte de los hijos, y al hijo mayor le correspondían dos tercios. Eso está, si quieren verlo, en Deuteronomio 21 verso 17, puesto que Dios estableció la ley de la doble porción para la primogenitura. El primogénito era el que heredaba el reino, si el padre era rey; el primogénito era el que heredaba el sacerdocio, si el padre era sacerdote; y el primogénito era el que heredaba la doble porción; es decir, que si un padre tenía varios hijos, a todos los hijos se les daba una porción, pero al primogénito, por ser el primogénito, por representar el vigor de su padre, se le daba una doble porción. Por eso José, que era el primogénito de Raquel, porque Rubén, que era el primogénito de Lea, mancilló el lecho de su padre, y entonces la primogenitura le fue quitada a Rubén, y el reinado fue a parar a Judá; el sacerdocio fue a parar a Leví, y la doble porción fue a parar a José. Pero esas tres cosas habían sido de Rubén, pero por el error de Rubén, perdió la primogenitura, y perdió sus derechos; uno de sus derechos era la doble porción. Entonces en Deuteronomio 21:17 dice precisamente esa ley; lo dice en paralelo con un contexto más inmediato; leámoslo con el verso 15: “Si un hombre tuviere dos mujeres, la una amada y la otra aborrecida, y la amada y la aborrecida le hubieren dado hijos, y el hijo primogénito fuere de la aborrecida, en el día que hiciere heredar a sus hijos lo que tuviere, no podrá dar el derecho de primogenitura al hijo de la amada con preferencia al hijo de la aborrecida, que es el primogénito; mas al hijo de la aborrecida reconocerá como primogénito, para darle el doble de lo que correspondiere a cada uno de los demás; porque él es el principio de su vigor, y suyo es el derecho de la primogenitura”. Entonces nos damos cuenta de cómo el Señor hacía respetar el derecho de la primogenitura; aunque fuere el hijo de la aborrecida, porque de todas maneras, el que hizo que ese hijo fuera el primogénito, fue de Dios; el hombre no puede hacer eso, es Dios; entonces hay que respetar la primogenitura. Por eso ustedes se dan cuenta que cuando se están nombrando los hijos de Israel, aunque la amada era Raquel, y no Lea, y aunque Lea le había dado más hijos, y después Raquel le dio más hijos, siempre menciona primero los de Lea; ¿por qué? porque de allí venía la primogenitura. Fue solamente el pecado de Rubén lo que hizo que perdiera la primogenitura; y la primogenitura vino entonces para Judá en cuanto al reino, para Leví en cuanto al sacerdocio, y para José en cuanto a la doble porción. Entonces este hijo era el menor, y como eran sólo dos hijos, entonces de la herencia de los hijos le correspondía al mayor dos tercios y al menor un tercio. De todas maneras, el Señor aquí, al decirlo de esta forma, sólo dos hijos, está mostrando como el hijo que se quedó en casa, que después se enojó porque el otro hijo fue recibido, tenía más de lo que el menor tenía.
Continúa diciendo Lucas 15:12: “y les repartió los bienes”, porque eso lo podían hacer los padres, si querían, antes de morir; pero era para cuando murieran. De todas maneras, entre los judíos, en el libro de Eclesiástico, no Eclesiastés, sino el Eclesiástico, que se encuentra entre los deutero-canónicos, apócrifos, había este libro que circulaba entre los judíos aunque no es reconocido canónico por ellos, ni por las Biblias protestantes que se atienen al canon judío, porque el Señor dijo que a los judíos les fue encomendada la Palabra; y como ellos no lo tienen entre los canónicos, los protestantes tampoco. Entonces en ese libro del Eclesiástico, le aconseja el escritor a los padres que no repartan sus bienes mientras están en vida, sino sólo cuando están a punto de morir, o cuando mueran; porque si no, va a tener que estar dependiendo de sus hijos, y pidiéndole a sus hijos. Entonces dice allí en el Eclesiástico que es mejor que los hijos le pidan al padre, y no que los padres les pidan a los hijos. Pero de todas maneras, es parte de los deutero-canónicos o apócrifos, y no del Texto Sagrado; mas esa mentalidad existía entre los judíos. Aquí dice: “les repartió los bienes”; o sea, un padre generoso. Ahora, este padre, en esta parábola está representando al Señor mismo, a Dios mismo; sin embargo, miren que un Dios omnisciente, que sabe lo que algunos de sus hijos van a hacer, aún así les entrega bienes, sabiendo que esos bienes van a ser dilapidados. Ahí vemos como Dios hace responsables a las personas, como Dios quiere que las personas actúen con libertad. Ciertamente que nuestra libertad está ahora caída; aún así, Dios permite que nosotros ejerzamos nuestra libertad aún caída. De manera que si alguien quiere irse al infierno, Dios se lo permite, y ha permito a muchos irse al infierno, porque el carácter de Dios no es obligar a nadie, porque El no está tratando con títeres, sino con personas; entonces Dios es tan respetuoso, que aún de antemano le dio los bienes; o sea, ese tercio de la herencia a este hijo.
Y claro, este hijo, ni corto ni perezoso, “No muchos días después”, lo que él quería era convertir esos bienes en dinero para írselos a gastar; es el hijo menor, o sea, es un muchacho joven. Los muchachos jóvenes sólo quieren salirse de la casa, porque se sienten muy restringidos; yo también me salí de mi casa, porque me sentía muy restringido; gracias a Dios que el Señor me recogió en el camino, antes de que me llevara el diablo que me quiso llevar antes de salvarme el Señor. Dios fue misericordioso. Los muchachos nos sentimos en casa, nos sentimos en la sociedad, nos sentimos molestos, nos sentimos restringidos, pensamos que nosotros queremos hacer las cosas a nuestra manera, estar lejos de casa donde no nos estén vigilando, donde no nos estén husmeando en nuestra vida, donde no estén detrás de nosotros regañándonos, dándonos cantaleta; entonces queremos irnos lejos, donde hagamos la vida como a nosotros nos gusta. Esto fue lo que este hijo hizo. Dice: “se fue lejos a una provincia apartada”; es decir, donde nadie lo reconozca, donde nadie lo moleste, donde pueda vivir; y el Señor lo dijo muy resumido: “viviendo perdidamente”; pero su hermano fue más explícito: “ha gastado tus bienes en rameras”; lo dijo más explícitamente. Aquí, cuando el Señor fue el que habló, Él simplemente lo resumió: viviendo perdidamente; pero el otro hermano sí lo dijo con pelos y señales, ¿verdad? Y dice aquí: “y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente”. Lógicamente que todo eso desgasta a la persona, los pecados lo destruyen, los pecados atraen la maldición, atraen los problemas; y vamos a ver lo que dice allí.
Verso 14: “Y cuando todo lo hubo malgastado”; es decir, las cosas se pueden gastar bien, o gastar mal; malgastar es invertir las cosas en algo improductivo; es ser totalmente irresponsable, totalmente inconsciente; no pensar en el futuro, sino solamente en su presente, en sus placeres del momento. Y dice: “vino una gran hambre en aquella provincia”; yo pienso que si el Señor no hubiera permitido esa hambre, este hijo se hubiera perdido definitivamente; aquí no dice que fue el Señor el que trajo esa hambre, no lo dice explícitamente, pero nosotros sabemos que el Señor controla todo; y quisiera que viéramos un pasaje que está en Jeremías, para que veamos el contraste, como a veces el Señor tiene que apretar la tuerca, pero para ayudarnos. Yo sé que es un pasaje duro, pero es necesario leerlo.
Jeremías capítulo 30, sólo para ilustrar este fenómeno. Voy a leerlo desde el versículo 10; claro que vamos a llegar al verso 14, pero vamos a leerlo desde el 10 para tener un contexto de los tratos de Dios, porque este hijo que tenía bienes y estaba mal usándolos, tuvo que ser corregido a través del hambre, un hambre que le hacía doler el estómago, que ni siquiera podía comer lo que los cerdos comían; leámoslo desde el 10 para ilustrar el tratamiento del hambre: “Tú, pues, siervo mío Jacob”; aquí está el Señor hablando en amor, “no temas”; o sea, el final va a ser bueno, pero ¿por qué le dice: no temas? porque cuando se pasa por el túnel, uno teme; el Señor dice: no temas, no cuando las cosas están fáciles, sino cuando están difíciles; por eso dice: “no temas”; o sea, vas a pasar por la estrechez, vas a pasar por el hambre, vas a pasar por la prueba, pero es porque Yo estoy tratando contigo para tu bien; “no temas, dice Yahveh, ni te atemorices, Israel; porque he aquí que Yo soy el que te salvo de lejos”; porque él estaba lejos; “a ti y a tu descendencia de la tierra de cautividad”; o sea, ¿dónde estaba Israel? En cautividad. ¿Qué profetas es? Jeremías, profeta de la cautividad. Así como aquel, al principio no era cautivo, al principio tenía muchos amigos seguramente, pero cuando le faltó, ahí tuvo que trabajar con lo peor para un judío, porque el Talmud decía que era una maldición el que criara cerdos; era un maldito, porque no estamos hablando aquí en Colombia, donde hay Zenú y todas esas fábricas de cerdos y salchichas, no. Para un judío, porque la Biblia llama a los cerdos animales inmundos, y había una maldición en el Talmud, que es el libro sagrado de los judíos, para los cuidadores de cerdos; que hubiera sido un griego, o que hubiera sido un polaco, que come muchas salchichas, ¡ok! Pero un judío tuvo que arrimarse, y después del ser un señor, ahora pasó a ser un arrimado, cuidador de cerdos; incluso los cerdos comían mejor que él. Estas algarrobas eran como una especie de cañandongas, como una especie de vainas que por dentro tienen algo pegajoso, medio dulce, que le daban a los cerdos; y él no podía ni siquiera comer las algarrobas; o sea que había otros que tenían la autoridad sobre él, y vigilaban para que él no le robara la comida a los cerdos; eso no lo dice, pero nadie le daba nada; o sea que había personas que eran las que le daban a los cerdos, y a él no le daban ni siquiera lo que los cerdos comían; o sea, estaba peor que un cerdo; su pecado lo hizo vivir peor que un cerdo, ¿verdad? Seguimos leyendo aquí en Jeremías: “te salvo de lejos a ti y a tu descendencia de la tierra de cautividad; y Jacob volverá”, ¡aleluya!, como pasó con este hijo; “descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien le espante. Porque Yo estoy contigo para salvarte, dice Yahveh, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia”; o sea, el Señor está hablando de salvarlo, pero lo salva después de castigarlo. Digamos que lo castiga para salvarlo, ¿amén? Y dice: “de ninguna manera te dejaré sin castigo. Porque así ha dicho Yahveh: Incurable es tu quebrantamiento, y dolorosa tu llaga”; es el caso del hijo allá. “No hay quien juzgue tu causa para sanarte; no hay para ti medicamentos eficaces. Todos tus enamorados te olvidaron; no te buscan; porque como hiere un enemigo te herí, con azote de adversario cruel, a causa de la magnitud de tu maldad y de la multitud de tus pecados. ¿Por qué gritas a causa de tu quebrantamiento? Incurable es tu dolor, porque por la grandeza de tu iniquidad y por tus muchos pecados te he hecho esto”. Yo lo he hecho, dice el Señor. “Pero”, no solamente la corrección temporal, “serán consumidos todos los que te consumen; y todos tus adversarios, todos irán en cautiverio”; es decir, ellos están viendo que tu estás ahora en las vacas flacas, y ellos en las gordas; entonces a nosotros nos tocan primero las vacas flacas, después las gordas; a algunos les tocan primero las gordas y después las flacas. Entonces, cuando estamos pasando por las flacas, los otros, que están en las gordas, te menosprecian y te ofenden; entonces el Señor está corrigiendo a través de eso; pero después Él va a curar; tú no sabes lo que estuviste haciendo; ahora tú te vas a poner en los zapatos del otro, y vas a pasar por lo que tú no entendías; entonces ahora le toca a uno ponerse en los zapatos del otro, y ahora es a uno a quien le aprieta el callo. Si uno no se mete en los zapatos del otro, uno no aprende, uno es rápido para juzgar, hasta que le toca a uno, ¿verdad? “Serán consumidos todos los que te consumen; y todos tus adversarios, todos irán en cautiverio; hollados serán los que te hollaren, y a todos los que hicieron presa de ti daré en presa. Mas Yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Yahveh; porque desechada te llamaron, diciendo: esta es Sion, de la que nadie se acuerda. Así ha dicho Yahveh: He aquí Yo hago volver los cautivos de las tiendas de Jacob, y de sus tiendas tendré misericordia, y la ciudad será edificada sobre su colina”, o sea el monte Sion, “y el templo será asentado según su forma”. Aquí está la restauración del templo; lo fue con Zorobabel, y lo será de nuevo.
Volvemos a Lucas; pero quise leer este pasaje, que es tan diciente, para entender el tratamiento del Señor. Este hijo se había alejado, vivía lejos, y malgastó lo que fue puesto en sus manos; entonces le vino esta corrección, y este pasaje nos ayuda a entenderlo. “Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle”; y me alegra como Dios hace las cosas gradualmente: “comenzó a faltarle”; es decir, no le faltó todo de golpe; a veces nos falta una cosita, a ver si entendemos con una corrección pequeña; pero no entendemos con una pequeña, y entonces necesitamos una más fuerte; no entendemos tampoco con la fuerte, y entonces viene una más fuerte. Noten que el Señor no trae las siete copas de la ira de golpe. Primero vienen los sellos, después las trompetas, que es apenas un tercio de las copas, y después las copas que consuman la ira. “Y comenzó a faltarle”.
Dice el verso 16: “Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos”. Ya vimos que terrible condición. “Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.” Ahora, ¿qué estaba haciendo Dios cuando permitió esto? Produciendo lo siguiente: el verso 17, la primera parte: “Y volviendo en sí”; o sea que él estaba como fuera de sí, fuera de sí, él estaba fuera de sus cabales, él había entrado en un frenesí de locura, había perdido la cordura; y el Señor, para traerlo de nuevo a la cordura, para que volviera otra vez en sí, para que reflexionara, para que se diera cuenta, para que meditara, tuvo que permitir esas cosas difíciles; pero ¿eran para qué? Para que volviera en sí, aprendiera la cordura, y dejara de ser insensato. “Dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!”; estoy en esta situación; mi padre tiene siervos, jornaleros que le sirven. Yo no merezco ser llamado hijo. Noten que él fue alguien que se arrepintió con sinceridad.
Verso 18: “Me levantaré”; o sea que ahí está la gracia de Dios para permitirle ejercer su responsabilidad, porque “ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere”; pero el Señor, al decir esta parábola, está queriendo decir que la gracia de Dios está disponible para poder levantarse y volver; porque algunos quieren decir: yo no puedo volver, Dios no me va a ayudar, es que Dios a unos ayuda y a mi no me ayuda, yo me voy a quedar aquí; no, no, no; él tomó una decisión que Dios respaldó; no sé como discutirán esto los calvinistas y los arminianos, pero el Señor dijo la parábola como para poner a meditar: “me levantaré e iré”, y miren dónde, “a mi padre”; o sea, él continuaba teniendo certeza de que era un hijo y que ese era su padre; “me levantaré e iré a mi padre”; a donde hay que ir es al Padre; porque podría haberse ido a otro lugar; ya se había arrimado a un ciudadano que lo puso a guardar cerdos; entonces él dijo: no, no, aquí hay que ir es a mi padre; lo que el mundo ofrece es eso: cuidar sus cerdos; hay que ir es al Padre. “Y le diré: Padre”; o sea, confesaré mi pecado; y esta es la meditación interna, reconocer; el Señor por eso hizo esta parábola tan larga, para explicar bien ese proceso interior que es necesario, proceso de reflexión, de caer en cuenta, de tomar conciencia, de decidir arrepentirse y decidir buscar a Dios; todo eso es porque el Espíritu Santo está obrando. “He pecado contra el cielo y contra Ti”; porque no se peca sólo contra el Padre, porque el Padre está también con sus ángeles, y ellos están viendo, y el cielo también llora. Posiblemente a nuestros hermanos que ya partieron, una gran nube de testigos, el Señor les deja ver nuestras caídas, y se entristecen. Entonces nuestro pecado es contra el cielo. La vez pasada hablamos de la fanaticada, de la barra que tenemos a favor, y de la que hay en contra. Entonces nuestro pecado es contra el Padre y contra el cielo. Aquí menciona primero al cielo, y contra Ti, para mostrar que tenía vergüenza de los espectadores celestiales, y que antes de poder reconciliarse suficientemente solo con Dios, Él nos pide que nos reconciliemos antes con nuestros hermanos para poder venir a hacerle ofrendas de amor.
Verso 19: “Ya no soy digno de ser llamado tu hijo”; o sea que reconoció que había pecado, y reconoció su indignidad, reconoció que no tenía mérito ninguno. Esa es la única manera de volver: volver en sí y volverse al Padre sobre la base de la gracia del Padre, y no de ningún mérito nuestro. Aquí él fue sincero: no soy digno; es decir, se puso en la posición verdadera, en la posición de indigno, no iba a pretender engañar al padre, no iba a hacerse el bobo, no iba a tratar de justificar las cosas; no, él dice: “Ya no soy digno de ser llamado tu hijo”. Y él había pensado también lo siguiente, pero el padre no se lo dejó decir; él le iba a decir: “hazme como a uno de tus jornaleros”, o sea, vengo acá aunque no sea como un hijo tuyo; pero el padre no le dejó decir esas palabras, no le dejó actuar meramente como un jornalero y no como un hijo.
Verso 20: “Y levantándose”; dos veces dice algo; primero dice: “me levantaré”; pero ahora dice: “Y levantándose”; porque a veces decimos: me levantaré, pero no nos levantamos; entonces es necesario esta repetición. Se propuso, y después hizo lo que se propuso; recibió gracia de Dios para ser convencido de su pecado, para mudar su manera de ver las cosas, convencerse de justicia y juicio, proponerse, y hacer lo que se propuso. Había dicho: Me levantaré, iré a mi padre y diré; y ahora no sólo se quedó pensándolo: voy a hacer esto; sino que lo hizo. No hay que quedarse diciendo: ¡ay! si yo pudiera; ¡no!, hay que definirse, hay que tomar una actitud responsable, que cuando tú la estás tomando, la gracia te está sosteniendo. “Levantándose, vino a su padre”, aunque él había pensado antes quedarse por los bordes allá, en las barracas, viviendo con los trabajadores, con los jornaleros; pero él venía ahora a su padre. Muy importante que su foco ahora era su padre. No es suficiente estar apenas entre los jornaleros; es necesario estar con el mismo Padre. Cuantas personas, en vez de buscar a Dios por medio de Cristo, simplemente se juntan a una compañía para tener un salario.
Ahora viene esta parte, la parte del padre; aquí no lo dice, pero hay muchos comentaristas que han visto como si el padre siempre estuviera buscando la llegada de su hijo; porque el padre no estaba adentro, sino que pudo verlo de lejos; es como si el padre oteara el horizonte a ver si de pronto aparecía su hijo; aquí no lo dice, pero lo da a entender. “Y cuando aún estaba lejos”, este es el amor de Dios. Yo creo que todos los hermanos hemos tenido esta experiencia; por lo menos, yo en muchas ocasiones no sé cómo hacer para empezar a arrepentirme, y ya siento el abrazo del Señor recibiéndome; y digo: Señor, todavía no he terminado de arrepentirme, pero Él ya me abrazó, ya me recibió; así es nuestro Padre; Él sólo vio la intención de lejos, el Padre no esperó. Nosotros a veces como padres decimos: vamos a ver qué hace, vamos a ver como se porta, vamos a darle un tiempito, vamos a ponerlo a prueba; pero fíjense en la misericordia de Dios; se saltó esos tiempitos, no se puso a tener en cuenta las fallas, lo único que vio fue a su hijo volviendo; y aunque venía de lejos, y había mucha distancia todavía para estar cerca de él, el padre se fue hacia él; ¿no es esto precioso, hermanos? Y dice: “cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió”, claro que si estos dos hijos eran como adultos, como para darles la herencia, este padre no era tan joven, y mucho menos en el oriente, donde ver un padre corriendo es raro; en el oriente se exige mucho obedecer a los padres, y los padres tienen que guardar su dignidad; pero aquí este padre se olvidó de sí; qué van a decir: este viejo corriendo; no; sino que él salió corriendo, el padre salió corriendo, “fue movido a misericordia”, la misericordia lo movió a correr. Hermanos, ¿entienden esa frase? Que la misericordia lo movió a correr. Cuando uno no tiene misericordia, uno no es movido a correr, y uno se queda probando; pero cuando uno tiene misericordia, porque ha recibido misericordia, corre, porque “bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia, y juicio sin misericordia se hará para el que no hiciere misericordia”. Cuando la misericordia nos mueve, corremos; no nos esperamos a que el otro lo haga; por eso dice: “haced frutos dignos de arrepentimiento”. Aquí ya el padre vio de lejos la intención de su hijo, y ya fue suficiente para el padre, no fue muy exigente, sino que le fue suficiente ese “me arrepiento”, esa reflexión, esa decisión; y el padre le ahorró muchas otras pruebas, se las ahorró; ¿no debemos nosotros también ahorrar, verdad? “Movido a misericordia”, como si la misericordia fuera el combustible para que corriera; “y corrió, y se echó sobre su cuello”, no le dejó ni siquiera arrodillarse; el hijo ya tenía planeado todo lo que iba a decir, pero el padre se le adelantó, y antes de que el hijo le dijera, el padre lo recibió. ¿No es esta obra grande del Señor? Ahí se ve como es nuestro Dios. Ya el hijo tenía preparado: voy a decirle esto, esto y esto; y antes de que empiece a decirle, el padre viene a recibirle. ¿No es esto amor, hermanos?¿ no está reflejando aquí el Señor verdaderamente, y como es nuestro Dios? Para que conozcamos a Dios, Él dijo esta parábola, y para que nosotros seamos como Él es; “se echó sobre su cuello”; y aquí el traductor dice: “le besó”; pero el original griego dice: “repetidas veces lo besó”; no sólo le dio un beso, sino que repetidamente lo besaba y lo besaba; estaba feliz de que su hijo hubiera vuelto sano y salvo; lo recibió sano y salvo, dijo después.
Verso 21: “Y el hijo le dijo:”; aquí empezó el hijo a cumplir lo que él se había propuesto: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”; ya la siguiente frase: “ya no soy digno de ser llamado tu hijo”, y la otra que había pensado decir: “ponme como alguno de tus jornaleros”, aquí ya no la dice; fue tal la restauración de la gracia; incluso la última frase falta en algunos manuscritos; algunos manuscritos no tienen la segunda parte de la frase, algunos se la añadieron como para completar más la confesión del hijo; pero hay manuscritos que no tienen la segunda parte; como quien dice: el padre ni siquiera le dejó a él terminar de confesar su arrepentimiento. Él iba a decir: padre, hazme como uno de tus jornaleros, porque no soy digno de ser llamado tú hijo. El padre no le dejó actuar como si no fuera su hijo; desde el principio la gracia le hizo saber que era su hijo; el padre siempre actuó con él como con un hijo; aunque él no era digno de ser hijo, el padre siempre fue fiel a la paternidad suya, y ni lo dejó terminar de arrepentirse en lo externo; le bastó el retorno.
Verso 22: “Pero el padre…” ¿ven ese “pero”? Cuando el hijo empezó a hablar, no había terminado de cumplir lo que se había propuesto en su arrepentimiento, y ya el padre empezó a decir: “hagamos fiesta”; como había dicho Jesús en parábola anterior, que “hay más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por 99 justos que no necesitan arrepentimiento”; aquí es la misma cosa: “El padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido”; o sea, los jornaleros tenían un vestido, pero ahora es el mejor vestido; es decir, hay vestidos, pero el mejor vestido es el vestido de hijo; aquí el hijo fue justificado, vestido con la vestidura de hijo; ahora sí podía actuar como hijo, pues el padre le está haciendo sentirse como hijo; el hijo está como queriendo humillarse tanto, pero el padre le dice: espera, espera, no te dejes hundir tanto, no te desplomes tanto, ya sé, ya vi tu arrepentimiento, levántate, vístanlo, porque él no se va a vestir, pónganle el mejor vestido; así como en el caso de Josué, hijo de Josadac, que estaba Satanás acusándolo, y Yahveh dijo: “quítenle esas vestiduras viles, y pónganle vestiduras de gala”; hermanos, eso es lo que hace el Señor, nos limpia de nuestras inmundicias y dice: hijo, ya es suficiente, levanta tu rostro, olvídate del pasado, ahora de aquí en adelante usa el mejor vestido. Y además de eso dice a sus siervos: “vestidle”, ustedes tienen que vestirlo, ayudarle, porque él como que no podía solo; imagínense los cielos vistiéndolo, ¿verdad? “y poned un anillo en su mano”; porque el anillo era donde estaba el sello de la familia, el sello de propiedad; las cosas se sellaban con el anillo; o sea que es ahora como si fuera de nuevo propietario, aun habiendo desperdiciado antes sus bienes; sin embargo vuelve a tener anillo; los esclavos no tenían anillo, mas los hijos tienen anillo. Y dice: “poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies”, porque estaba descalzo; los esclavos andaban descalzos, pero ahora ya tiene sandalias, el apresto del evangelio de la paz. Esa es la restauración divina proveniente de la gracia de Dios.
Verso 23: “Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta”; esto es como una expiación, ahora hay fiesta, comiendo el becerro gordo; esto nos habla del Señor Jesús que murió por nosotros para que nosotros podamos ser recibidos en la casa del Padre. En la casa del Padre hay fiesta; aquí el Señor no se pone con remilgos; como si dijera: no voy a mencionar anillo, no voy a mencionar música, ni danzas; ¡no! El Padre mandó el Espíritu sobre los gentiles en casa de Cornelio incluso antes de que fueran bautizados; el Señor no es nada de remilgado, aquí hasta mencionó danzas, ¿amén? Él no fue mojigato; aquí mencionó la palabra anillo, usó la palabra fiesta, la palabra danza, alegría; el Señor no fue mojigato; lo dijo con gran alegría, porque hay versículos en la Biblia que dicen que adoremos al Señor con danza; y habla de danza, y que los jóvenes y las vírgenes danzarán en el pueblo de Dios. La danza es normal en el pueblo de Dios, una danza santa; si es santa, no es problema; los ósculos, si son santos, no son problema; el problema es cuando el ósculo no es santo; cuando es sólo ósculo, no es santo; allí sí hay problema; pero si es santo, no es problema. Nos saludamos de ósculo santo, podemos danzar una danza santa y hacer una fiesta santa, ¿amén? Entonces dice allí: “Y comenzaron a regocijarse” porque había dicho: este mi hijo muerto era, pero ha revivido; se había perdido, y es hallado”. Las expresiones: “Y se había perdido” y “muerto” están mutuamente relacionadas; como también “revivido” está relacionado con “hallado”, o encontrado, o salvado; muerto es perdido, y revivido es salvado; entonces dice las dos cosas allí: “muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse”. Noten, el Señor hablando esto a los escribas duros, que decían: -¿cómo es que Él come con pecadores?- y el Señor hablándoles de esta fiesta.
Ahora viene la segunda parte de la parábola; uno pensaría que ya hubiera sido suficiente; pero ¿a quién era que el Señor les estaba hablando la parábola en esos momentos? Estaba hablando a los escribas y fariseos; o sea, a los religiosos, legalistas, duros, sin misericordia, gente amargada, gente religiosa pero amargada, gente que vive en su justicia propia, que no conoce su propia indignidad, y piensa que merece algo. ¿Cuánto tiempo te serví y no me diste ni un cabrito? Esa es la justicia propia de la religión, de la religiosidad humana que pone un ambiente totalmente desagradable en medio del pueblo. Aquí el Señor empieza a hablar de la otra parte de la parábola; porque Él habló de dos hijos; la parábola comienza con dos hijos, porque ahí están aquellos que oían al Señor y recibían la gracia de Dios, pero estaban también los que los que criticaban; entonces había que completar la parábola por el otro lado. “Y su hijo mayor”, ahí estaba el mayor, “estaba en el campo”, así como Caín trabajaba también en el campo, y era alguien que trabajaba, que producía, que hacía las cosas por moral, por ascetismo; y mucha gente religiosa no tiene el gozo de la salvación, porque no vive por la gracia, sino que viven en la justicia propia; entonces estaba en el campo, “y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó música, y las danzas”; estaban en pleno baile; “y llamando a uno de los criados”, porque eso se lo preguntó al criado, no al padre, “le preguntó qué era aquello”, danzas y fiesta; ¿qué pasó en esta casa? ¡Qué raro! ¿qué está pasando? Está todo fuera de lo normal.
Verso 27: “Él le dijo”, y miren como habla el padre, como habla el criado, y como habla el hermano mayor. El criado le dijo: tu hermano; el padre le dijo: tu hermano; pero él no dijo: mi hermano, sino: este tu hijo ha desperdiciado tus bienes con rameras; eso fue lo que él dijo, no dijo: mi hermano, no quería reconocerlo ni como hermano, ¿se dan cuenta? Pero aquí el criado le dice: “tu hermano”, no es cualquiera, es tú hermano, otro igual que tú, no es de otra categoría inferior, es tu hermano, “Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano”; ¡cómo es el Señor!, bueno y sano; eso implica que no estaba muerto como se pudo haber pensado, sino como dice Salomón: “mejor es perro vivo que león muerto”, mientras esté vivo, aunque sea perro, puede salvarse; el león muerto ya no sirve.
Verso 28: “Entonces se enojó”, como se habían enojado los escribas y los fariseos: -éste tu maestro come con los publicanos, con los pecadores-; y Jesús era amigo de los pecadores; Él no pecaba con ellos, pero para salvarlos, se hizo amigo; pero aquel otro “se enojó”, el hermano mayor, “y no quería entrar”. No quería participar, quería guardar la distancia, estaba molesto con la gracia de Dios; ¿por qué? Porque él se basaba en la justicia propia. “Salió por tanto su padre”; noten como el padre es bueno para con los dos hijos; aún con este que está enojado; “y le rogaba que entrase”. Le rogaba; ahí está el Espíritu Santo tratando de convencer ese corazón para que acepte la gracia de Dios y se alegre también, se alegre que el otro fué salvo; pero en vez de alegrarse, está criticando y no quiere entrar.
Verso 29: “Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo”; él no había dicho eso externamente antes, pero miren lo que la justicia propia guarda en su corazón. Cuando estamos basados en la justicia propia, estamos comparándonos con otros, pensando que somos mejores que los otros, yo ayuno, yo diezmo, pero este publicano ¡qué va a diezmar, qué va a ayunar! ¿No es así? La justicia propia comparándose y expresando amargura; eso hace la religiosidad que no conoce la gracia, que no vive por la gracia; pura amargura, gente amargada, “tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás”; exteriormente él se aguantaba, y hacía lo que el padre quería, pero eso era por fuera; su corazón no estaba contento, ¿se dan cuenta? Su corazón no conocía al padre; “y nunca me has dado ni un cabrito”, noten esa ingratitud; en realidad todo era de él, ¿por qué? Porque el padre un tercio se lo da a su hijo menor, y los otros dos tercios le quedaron a él; “todo lo mío es tuyo”; todo era de él, pero él no veía lo que tenía, el sólo vivía en su justicia propia, quejándose; “ni un cabrito me has dado para gozarme con mis amigos”; como quien dice: -a éste le diste mucho, a mí no me diste nada; ¿se dan cuenta de lo que es ese espíritu religioso, hermanos? ¿qué triste que es? “Nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo”, no mi hermano, no, tú hijo, así como cuando las señoras están enojadas con su marido, dicen: tu hijo, como si no fuera de los dos, ¿verdad? Éste no quiso llamarlo hermano sino “este tu hijo”. El Señor fue como decíamos al principio; lo dijo resumidamente, él no entró en detalles con el morbo; porque nosotros somos tan morbosos que queremos saber todos los detalles del pecado, como fue, donde fue, a qué hora y todo, quien vio, quien no vio; nosotros somos morbosos; el Señor no; vivió perdidamente, lo dijo así rápido; pero este aquí no; lo dijo bien coloreado, lo puso bien con todos los colores. Dijo: “que ha consumido tus bienes con rameras”; el padre nunca había mencionado a las rameras, pero el hijo mayor sí las mencionó; el padre no, pero el hijo sí, el hijo mayor, el religioso; “has hecho matar para él el becerro gordo”; la expiación es para el que no tiene, pero el que se basa en la justicia propia piensa que él merece las cosas; no se da cuenta de que todo es por gracia. Cuando uno se basa en la justicia propia, uno no se da cuenta de que uno no tiene nada, que es por gracia; “has hecho matar para él el becerro gordo”; pero hijo, este becerro gordo también es para ti, porque todo lo mío es tuyo, es para ti, tú también vas a comer del becerro gordo, ven a la fiesta y come tú también del becerro gordo, pero él no, él pensaba que era sólo para el otro, así como Caín se enojaba porque Dios recibió a Abel, porque Abel se basó en el becerro gordo, en la sangre; por eso Abel fue recibido, en cambio Caín venía del campo a presentar sus frutos; claro, venía en su justicia propia, pero su justicia propia no podía ser aceptada delante de Dios; entonces se enojó contra Abel y se ensañó su espíritu hasta matarlo. Estos dos hermanos también son como Caín y Abel, ¿se dan cuenta? O como el publicano propiciado, justificado, y el fariseo que se gloriaba en su justicia y oraba consigo mismo.
Verso 31: “Él entonces le dijo: hijo”, hijo, qué lindo, el padre es bueno también con él, le sigue tratando de hijo; “Hijo, tú siempre estás conmigo”, tú no te apartas a otras partes, siempre estás conmigo; por lo tanto, todo lo mío es tuyo; el que está con el Señor, todo lo del Señor es de él; él pródigo se había apartado y por eso no tenía nada, y ahora vino, ahora déjame hacer fiesta, ¿verdad? Pero dice aquí: “tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta”, y aquí está el misterio de la gracia: “era necesario hacer fiesta”, y dice porqué, “y regocijarnos”. Jesús hablándoles también a los fariseos enojados, porque los publicanos oían del Señor, y se agradaban de recibir la gracia de Dios; y los otros enojados. Entonces dice aquí: “era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano”, no mi hijo solamente, “tu hermano”, uno igual a ti, “tu hermano era muerto”, y lo repite de nuevo, “y ha revivido; se había perdido, y es hallado”. Cuando alguien revive, y es hallado, es necesario hacer fiesta y regocijarnos. Si Dios revivió a alguien, lo halló, lo encontró de nuevo, lo vistió, le puso su anillo, lo calzó, hermanos, es necesario, aquí en esto no debemos pensar ser apenas opcional. Es necesario hacer fiesta y regocijarnos; y no podemos continuar con esas cosas malignas de la justicia propia. Aquí Lucas paró; no dijo ni como reaccionaron los otros; es decir, cada uno reacciona como debe reaccionar. ¿Cómo reaccionamos nosotros? ¡Que sea como reaccionó el padre, y no el hermano mayor! Vamos a dar gracias al Señor.
Señor amado, te agradecemos que Tú siempre quieres alcanzar nuestro corazón, y que seamos como eres Tú. Señor, opera en nuestro ser, ayúdanos a entrar en el gozo de tu fiesta, porque tú has provisto una fiesta en este becerro gordo, y has sacrificado para la expiación, y para el alimento con una justicia jurídica y también orgánica. Oh Padre, en el nombre del Señor Jesús, ayúdanos a conocerte, y danos un corazón amplio, un corazón como el tuyo, como eres Tú con nosotros; no sea que tengas que apretarnos porque no queremos perdonar. Ayúdanos, Señor, danos un corazón amplio, en el nombre del Señor Jesús, amén.
Gino Iafrancesco V., 20 de mayo de 2005, Localidad de Teusaquillo, Bogotá D.C., Colombia. Transcripción de la hermana Marlene Alzamora, revisada por el autor.
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