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LA IDENTIDAD DEL TESTIMONIO DE LA IGLESIA

LA IDENTIDAD DEL TESTIMONIO DE LA IGLESIA

 

(Traducido y transcrito por Iván Darío Páez Torres de la primera predicación en portugués dada por el hermano Gino Iafrancesco V. de Colombia, en la Conferencia de enero 2004 en  Tamandaré, Paraná, Brasil. Revisadas por el autor.)

 

Oremos. Señor, gracias Padre por el Señor Jesús, gracias Padre en el nombre del Señor Jesús, gracias Señor por tu Espíritu Santo, por tu fidelidad, por tu bondad, por tu presencia, por tu realidad; gracias Padre; confiamos integralmente nuestro ser al Señor;  guárdanos de nosotros mismos y del enemigo; en tu confianza en Cristo Jesús. Amén.

 

NUESTRA HERENCIA

Hermanos, tengo para compartir con la iglesia aquí en Tamandaré, algo que el Señor en varias ocasiones y en varios lugares me coloca para compartir con diversas iglesias. Esto que voy a hablar con los hermanos es algo que he hablado también en otros lugares. Quien sabe hay algunas cosas que ustedes ya conocen, posiblemente todo, mas es la carga del Espíritu recordar a los hermanos algunos puntos esenciales.

La carga de mi corazón para con la iglesia hoy aquí es para que el Espíritu Santo nos pueda dar discernimiento de la identidad de nuestro testimonio. Nosotros, la Iglesia, somos un testimonio del Señor en la tierra, y el Señor ha encomendado a la Iglesia, solamente a la Iglesia, ciertas “cosas”; y voy a decir “cosas” entre comillas, porque es claro que lo que el Señor dio es mucho mas que “cosas”; Él mismo se dio; mas para resumir vamos a usar un palabra fácil.

A veces con mucha facilidad nosotros nos perdemos por las ramas, quedamos en la periferia; a veces damos vueltas por la periferia sin discernir las prioridades y sin discernir el contenido que nos fue confiado. Entonces quisiera llamar la atención hacia algunos ítems de este contenido que el Señor dio a la Iglesia. Como estábamos cantando: “Él es nuestra posesión, Él es nuestra herencia”; es algo que solamente nosotros, la Iglesia, tenemos. Es algo que es particular de los cristianos, particular de la Iglesia; usted no encuentra eso ni siquiera en los monoteísmos judaico o islámico. Solamente que, lo que vamos a recordar y tomar consciencia de nuevo, es algo propio de nuestra identidad cristiana, y se encuentra solamente en la Iglesia. Ni siquiera se encuentra en la academia, o en la ciencia, a menos que entre ellas existan algunos hermanos; la academia puede tener algunas de estas cosas que vamos a estar recordando si hay hermanos en ella. Y las tiene en cuanto que son hermanos, y no meramente académicos.

 

LOS HIJOS NUEVOS

Vamos a imaginar que estamos abriendo un libro y que llegamos a aquella página inicial donde aparece el contenido, el índice, donde aparecen mencionados los títulos de los capítulos. Si usted quiere tener una idea de lo que trata el libro, usted lee el índice y entonces tiene una idea de lo que trata este libro, cual es el tema del libro. Eso es lo que vamos a hacer hoy en la noche. Vamos solamente a dar una mirada panorámica; vamos, con la ayuda del Señor, a identificar algunos ítems de suprema importancia para la Iglesia, los cuales fueron confiados a la Iglesia, y son nuestro tesoro, tienen que ser nuestra riqueza constante y nuestro testimonio.

Como el Señor está recibiendo hijos constantemente, y la madre Iglesia, como Pablo dice a los Gálatas, está también teniendo sus hijos para el Señor, entonces la Iglesia necesita estar alimentando bien a sus hijos nuevos. Ellos necesitan conocer cuales son los “asuntos”, y voy a decirlo entre comillas, porque no son solo “asuntos” fundamentales. Cada uno de estos ítems que vamos a mencionar ha sido terriblemente atacado por el diablo. El diablo busca en lo máximo posible evitar que esas “cosas” sean claras para la Iglesia; él busca confundirnos por todo lados, introducir herejías, confusiones, apartarnos de lo central y llevarnos por la periferia y por las ramas. Entonces, hermanos, quisiera que tomáramos nota en nuestro corazón para no olvidarnos de algunas “cosas” que quisiera mencionar.

 

LA TRINIDAD

La primera palabra que debemos tener en cuenta, la primera “cosa”, y no es “cosa”, que fue confiada a la Iglesia, la cual es el mayor tesoro de la Iglesia, y que es también el mayor espectáculo, porque existen algunos espectáculos, y el mayor espectáculo que siempre seguirá siendo por toda la eternidad es la propia Trinidad. El propio Dios Verdadero que se reveló a nosotros como Un Único Dios en esencia y naturaleza mas que es trino en Personas. Un Dios que es Padre, Hijo (que también es Dios con el Padre) y Espíritu Santo (que es el Espíritu del propio Dios, que también es divino. ¿Cómo Dios podría tener un Espíritu que no fuese divino? Que fuese una media “cosa” o “cosa”?) Todo Dios es divino; el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de Dios son el Único Dios Verdadero en esencia y naturaleza; mas este Único Dios Verdadero se reveló trino en Personas a la Iglesia. Sólo la Iglesia conoce al Único Dios Verdadero en Trinidad.

El diablo buscó combatir esto introduciendo, desde el comienzo de la historia de la Iglesia, herejías para confundirla, para que ella no conociese a Dios y a Cristo. Si la iglesia no conoce a Cristo, no conoce a Dios. Si la iglesia no recibe a Cristo, no recibe a Dios. Si no honra al Hijo no honra al Padre. Hermanos, esa es la gran tragedia de aquellos otros monoteísmos que no son el monoteísmo de la Iglesia, la gran tragedia del judaísmo que rechazó al Mesías Jesús Cristo, la gran tragedia del Islam que ama “un único dios que ellos llaman Alá”, mas que es tan diferente de Yahveh Elohim, el Padre de nuestro Señor Jesucristo; y quieren dar la vida por Alá quitándole la vida a los que creen y siguen a Yahveh Elohim, el Único Dios Verdadero de la Torah y el Evangelio que incluso Mahoma reconocía venir de Él. Muchos se están suicidando con bombas asesinas en una guerra “santa” por motivos “religiosos”. Ellos están haciendo eso pensando que lo hacen por Dios. Que cosa triste es esa, mas es verdadera y tiene que ser dicha. “Quien no recibe al Hijo, no recibe al Padre; Quien no tiene al Hijo no tiene al Padre; Quien no honra al Hijo no honra al Padre” (Lc.10:16; 1Jn.2:23; Jn.5.23).

El único monoteísmo verdadero es el monoteísmo del cristianismo. Es el monoteísmo, usando esa palabra de la historia de la Iglesia, trinitario. Ese es el mayor espectáculo; no existe mayor foco para concentrarnos y que nos atraiga que el propio Dios. El asunto de la Trinidad no es solamente un asunto teológico para los seminaristas o quien sabe para los pastores o algunos maestros. El Único Dios Verdadero, Yahveh Elohim, se reveló trino a la Iglesia; y eso es para toda ella. La Iglesia conoce a Dios por el Espíritu y por Cristo. Gracias al Espíritu conocemos a Cristo; y gracias a Cristo conocemos a Dios nuestro Padre.

La primera “cosa” importante que fue revelada a la Iglesia, fue el propio Dios. La creación, y aún la redención, fueron reveladas solamente por causa de Dios. Primeramente estaba el Padre y el Hijo con el Espíritu Santo; y fue por causa de este relacionamiento interno de la Trinidad que vino a existir la creación y la redención. La creación y la redención tienen origen y tienen un destino que es la Trinidad. La Trinidad abarca todo, es el “Alfa” y la “Omega”, todo está en ella. Fue porque el Padre amó al Hijo, y entonces quiso darle un regalo, que creó en el Hijo y con el Hijo y para el Hijo (Col.1:16; Jn.1:3). Con Él planeó y creó (Prov.8:22-30), en Él y para Él; el Padre hizo todo en el Hijo. Ese es un asunto entre el Padre y el Hijo. La creación, la redención y el evangelio es un asunto entre el Padre y el Hijo. Es el Padre el que ama al Hijo y quiere hacerlo marido de una mujer, de una esposa mística, la Iglesia (Mt.22.2). Quiere casarlo, quiere que Él sea la Cabeza de todas las cosas (Ef.1:10,22), de todo principado y potestad (Ef.1:21; Col.1:16), y de todo varón (1Cor.11:1,2), mas principalmente de la Iglesia (Ef.1:22,23; Col.1:18). Él quiere casar a su Hijo con la Iglesia; quiere que Su Hijo Unigénito sea el primogénito entre muchos hermanos (Rom.8:29). Todas las cosas fueron hechas por causa de este relacionamiento íntimo de Dios, el Padre con el Hijo en el Espíritu Santo.

 

EL RELACIONAMIENTO DE LA TRINIDAD

Hermanos, vamos a continuar martillando más en este punto. Después, si Dios nos concede, pasaremos a otros puntos; vamos a detenernos un poco más aquí. El hecho de que Dios tiene un Hijo Unigénito Eterno con Él en Su seno desde la eternidad (Jn.1:18; 17:5) y que Dios delegue a Él lo que le delegó, eso nos habla mucho de Dios. Conocemos a Dios por causa del Hijo; Dios tiene un Hijo y ahí vemos la esencia y la naturaleza de Dios que es Amor. Conocemos a Dios, Su esencia y Su naturaleza, porque Dios tiene un Hijo y agradó al Padre que en el Hijo habitase toda la plenitud (Jn.5:26; Col.1:15-19), eso nos revela Dios. Si Dios no tuviese un Hijo, si el Dios único no tuviese un Hijo igual a Sí mismo (Flp.2:6), ¿sería que Dios es Amor? Mas el Dios único, centro legítimo de todas las cosas, principio y fin de todo, un Dios que es Amor, dice que tiene un Hijo. Todo lo que Dios hace, lo hace por causa de la pasión que tiene por el Hijo. Es un Dios que no hace nada sin el Hijo.

De este relacionamiento interno de la Trinidad resulta el modelo y la dinámica para las familias, para la Iglesia y para la sociedad, si reciben a Cristo y el testimonio de la Iglesia. Este asunto de la Trinidad no es solamente teológico, mas es extremamente práctico; es sociológico y psicológico. De la Trinidad viene la realización de todas las cosas; todas las cosas se realizan en la Trinidad, por la Trinidad, delante de ella y para ella. El “asunto” de la Trinidad es una grande prioridad que la Iglesia tiene que tener y nunca debe olvidarla.

 

EL CONOCIMIENTO DE LA TRINIDAD

¡Cuánto tenemos que aprender a ver con ojos espirituales este espectáculo! Que nuestro espíritu pueda ver el espectáculo de la Trinidad. No estoy hablando solamente de la doctrina de la Trinidad, aunque necesitemos del intelecto, pues Dios nos lo dio y necesitamos de él, mas estoy hablando de una percepción espiritual de la Trinidad. Es del relacionamiento del Padre con el Hijo que el Espíritu Santo nos hace conocer y percibir la Trinidad. En la medida en que vamos percibiendo, vamos siendo conquistados, vamos cediendo a Él y a esa visión de Él. El Padre va transfiriendo lo que es de Él a nuestro ser y vamos siendo transformados en la medida en que conocemos a Dios en Su Trinidad (2Pd.1:3,4).

Cuantas cosas el Padre podría haber hecho solito, mas Él nunca quiso. Nada de lo que fue hecho fue hecho sin el Hijo (Jn.1:3; Heb.1:2,10). Antes de hacer, dice Proverbios 8:30 VFA), la Sabiduría de Dios, que es Cristo, conforme está en primera a los Corintios 1:24, estaba como Su Arquitecto. El Hijo es el Arquitecto del Padre. Un arquitecto trabaja en común acuerdo y según los intereses, la personalidad, el carácter y los objetivos del dueño de lo que el está haciendo. El Padre quiere construir una casa y el Arquitecto tiene que conocer lo que el Padre quiere. Ellos conversan y dicen: “Vamos a hacer esto aquí, vamos a colocar eso allí, vamos a levantar eso así”.

Hermanos, miren hacia el carácter de Dios, que es omnipotente, que puede todo, que no necesita de nada, y es un Dios que comparte la creatividad y no quiere hacer nada solito. Los que son casados me van a entender, especialmente los que viajan. Cuando salimos de viaje y vemos un paisaje hermoso, la primera cosa que pensamos es: “Ah si ella estuviese conmigo para que yo pudiera mostrarle todo eso a ella, para que ella se alegrase conmigo, y para que yo disfrutase con ella de este paisaje. ¡Mira que mar tan lindo! ¡Mira que montañas y bosques!” Siempre queremos compartir. Cuando Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn.2:18), no habló solamente del hombre Adán, que era figura de Aquel que vendría. En Romanos 5 habla sobre eso, y en segunda a los Corintios habla de Eva tipificando a la Iglesia. Pablo dice que no quería que así como Eva fue engañada por la serpiente la Iglesia fuera también engañada. El estaba comparando a Eva con la Iglesia y a Adán con Cristo.

 

LA TRINIDAD EN LA CREACIÓN

Así, esa palabra: “No es bueno que el hombre esté solo”, nace del carácter de Dios; y por causa de Su carácter Él tomó esa determinación; ese fue el juicio de Dios, Su sentencia: “No es bueno que el hombre esté solo”; estar solo es algo egoísta, es algo sin sentido. Dios es Amor, y El que es bueno, y Aquel que es Amor, comparte lo que es bueno. Entonces Él dijo: “hagamos una ayudadora idónea para él” (Gn.2:18b); aquí Dios no estaba hablando solamente de Adán y Eva; claro que también estaba hablando de ellos, pero estaba hablando más. Adán y Eva son una figura y también son personas históricas reales que sirven de figura, así como Abraham, Sara, Agar, Ismael, Isaac, que son personajes de la historia mas que sirven de alegoría. Así Adán es el primer hombre histórico y Eva la primera mujer histórica; y por detrás de estas personas históricas Dios está proyectando revelación. Él constituyó estas personas históricas, Adán y Eva, como figuras; por eso Él dijo: “Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne.” “Mas yo digo esto”, dice Pablo “de Cristo y la Iglesia”;  o sea, el matrimonio es una figura mística del misterio de Cristo y la Iglesia; Lo que expresa a Cristo es la Iglesia. Expresa el carácter de Dios; Él es amor.

No es bueno que el hombre esté solo”; así como Dios, que es suficiente en Sí mismo, que es Amor, no quedó tranquilo si no crease. Si Él hubiese creado solamente hasta cierto nivel, no quedaría tranquilo. Así Él tomó la decisión, el Padre, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, juntos: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y conforme a nuestra semejanza”. Vamos a hacer una creatura que no quede por la mitad, ni noventa por ciento, mas vamos a hacer una creatura que sea como Nosotros. Así fue siempre, el Padre con el Hijo, y continúa siendo con el hombre, con la Iglesia; ese es el carácter de Dios. Cuando vemos la relación del Padre con el Hijo en el Espíritu, de ahí proviene toda clase divina de inspiración y de realización.

Él es Su Arquitecto delante de Dios; “Conmigo son Sus delicias” (Prov.8:30b) dice la Sabiduría de Dios que es Cristo, el Hijo, el Verbo de Dios. Él es la Palabra que expresa a Dios. Cada palabra expresa una cosa; micrófono expresa eso; flor expresa eso; Biblia expresa eso; mesa expresa eso; mas el Verbo de Dios es la Palabra que expresa y define claramente a Dios. Es el Verbo de Dios Quien es la Palabra que expresa el Auto- Conocimiento y la Revelación de Dios. Él está siempre con Dios como el Unigénito del Padre.

 

LA VIDA DE LA TRINIDAD

Como el Padre tiene vida en Sí mismo, dio al Hijo también  tener vida en Sí mismo. Así los dos tienen vida en Sí mismos, o sea la vida divina, la vida en sí, la vida eterna, la vida que viene de Sí mismo. Todos nosotros tenemos la vida que viene de Él. Nuestra vida es contingente y depende de Él, mas la vida de Él es auto suficiente, es la vida en sí misma, la vida divina.

La esencia de Dios que el Padre tiene, Él quiso que el Hijo también la tuviera, mas no lo quiso en el tiempo, pues esta fue una decisión en la eternidad. Entonces el Hijo tiene la misma esencia del Padre; es tan divino como el Padre; el Verbo es Dios; solamente que es Unigénito y el Padre es Ingénito. El Padre engendró al Hijo mas no en el tiempo, sino en Su Auto-Conocimiento eterno, porque el Hijo es Su imagen con la cual Él se conoce, y por la cual Él se revela. La Imagen del Dios invisible es el Hijo, y el Padre es el Dios invisible (Gn.1:26; Is.6:1-8; Ezq.1:26-28; 43:1-9; Jn.1:18; 12:36-41; 2Cor.4:4-6; Col.1:15; Heb.1:2,3).

La Imagen por la cual Él se revela, porque primero se auto-conoce para después revelarse, es Su Hijo. La Imagen es el Hijo. Él tiene vida eterna en Sí mismo dada por el Padre, y el Padre tiene vida eterna en Sí mismo sin que ninguno se la dé. Ninguno dio vida en sí mismo al Padre, mas el Hijo tiene la misma vida, esencia y naturaleza del Padre, solamente que dada por el Padre, y por eso Él es llamado de Unigénito Dios.

El Padre dio Vida en Sí mismo, dio la Arquitectura, dio la creación, y esta es la característica del Amor: delegación, participación y comunión, que es querer hacer con el otro, envolver al otro e interesarse por el otro.

 

 

EL COMPARTIR EN LA TRINIDAD

El Hijo fue “contratado” como Arquitecto por el Padre; Él podría hacer todo solito, mas no quiso hacer nada sin el Hijo; Él todo lo hace por el Hijo. El Padre no necesita de ángeles para cuidarnos, mas los ángeles cuidan de Sus santos; es del carácter de Dios. Un Dios que comparte, que da, que es solidario, que delega, que gusta de la participación del otro, que gusta de la realización y del gozo del otro. Conocemos eso al ver al Padre y al Hijo en Un mismo Espíritu.

Vida en Sí mismo, Arquitectura, la Revelación de Dios también fue delegada al Hijo, que es el Resplandor de la Gloria del Padre (Ezq.1:26-28; Heb.1:3). Ninguno puede ver al Padre directamente sino a través del Hijo (Jn.1:18). Todas las apariciones teofánicas parciales de Dios en la historia bíblica fueron a través del Hijo. El Padre es llamado el Dios invisible, mas se hace declarado a través del Hijo. Todas las apariciones teofánicas parciales de Dios en la historia bíblica fueron a través del Hijo que es el Revelador de Dios. La Revelación fue delegada al Hijo; no hay revelación de Dios sin el Hijo, así como no hay creación de Dios sin Él; no hay planificación sin el Hijo; no hay Amor de Dios sin el Hijo.

 

LA DELEGACIÓN EN LA TRINIDAD

Hay otra cosa grande que el Padre delegó al Hijo. ¡Qué cosa! ¡Qué confianza inmensa! El Padre conocía al Hijo y ninguno sabía de lo que Él era capaz. Mas el Padre conocía al Hijo y sabía de lo que Él era capaz. El Padre, que creó con su Hijo, sabía de la rebelión, de la caída, de la miseria y del mal que vendrían. Aun así el Padre delegó a Su Hijo tres cosas más: Redención, Juicio y Reino.

El Padre delegó al Hijo la Redención. ¡Qué cosa terrible!, pues lo exigía la Santidad, la Justicia y la Gloria de Dios después del pecado del hombre. ¿Quién haría eso? El Padre sabía Quién era Su Hijo, Quién haría eso, y Quién sería tan leal para dar la vida por Dios y por el pueblo de Dios.

El sacrificio de Cristo tiene dos aspectos: el aspecto del holocausto que es solo para Dios, para vindicar Su gloria, Su santidad, Su justicia que fueron heridas, blasfemadas y ofendidas por el hombre; y la otra parte, la cual nosotros necesitamos, que es la expiación. La expiación es para nosotros, y el holocausto es para Dios.

Dios tenía que ser satisfecho y nosotros teníamos que ser redimidos. Y ¿a Quién confió el Padre eso? Al Hijo. El Padre permitió todo para mostrar a Su Hijo; esa es una cosa que le gusta al Padre. Como el Padre ama al Hijo, Él sabe lo que el Padre tiene que hacer. El Padre quiere revelar a Su Hijo y quiere mostrar Quién es Él. Todo lo que el Padre permitió tenía como objetivo mostrar Quién es su Hijo. El deleite del Padre es el Hijo, y Él quiere compartir ese deleite que tiene en el Hijo.

El Padre quiere que nosotros también conozcamos a Su Hijo, y que al conocerlo verdaderamente vamos a querer de todo corazón ser como Él; vamos a querer colocarnos en las manos de Dios para que Él pueda trabajar en nosotros y nos haga semejantes a Su Hijo. Este será el mayor gozo del Padre, ver a Su Hijo siendo formado y apareciendo en otras personas, hijos de los cuales Su Hijo es el Primogénito.

 

REDENCIÓN, JUICIO Y REINO EN LA TRINIDAD

Hermanos, la redención abrió el corazón de Dios y mostró el conocimiento que el Padre tiene del Hijo. Este plan de redención ejecutado por el Hijo, que fue probado en todo, porque Él no fue eximido de la prueba, es una cosa muy grande. El Hijo no fue eximido de la prueba, mas fue probado delante de los ángeles y de los hombres.

Todos nosotros muchas veces hemos perdido la prueba y hemos sido reprobados. Mas gracias a Dios que aquel Hijo Unigénito de Dios que se hizo Hijo del Hombre, que fue probado en todo conforme a nuestra semejanza, fue aprobado.

La vida pública, y antes la privada, fueron declaradas agradables a Dios por Él mismo públicamente. De la vida privada, que ninguno conocía, en el momento del bautismo Dios dijo: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia”. Ninguno conocía esa vida privada, solo el Padre. Antes del ministerio público el Padre declaró que tenía contentamiento en Aquel Su Hijo. La vida privada fue vivida para agradar a Dios. Ninguno estaba entendiendo lo que estaba aconteciendo, solo Dios. Dios estaba entendiendo la vida privada y por eso dejó dos testigos en el Nuevo Testamento hermanos de Él: Santiago y Judas Tadeo. Estos hermanos de Jesús lo llaman de “Kyrios”, de Señor, Adonay. Ellos aplican palabras a su hermano Jesús que solo pueden ser aplicadas a Dios. Pedro, Santiago (el otro Santiago más viejo, el de Zebedeo) y Juan fueron testigos del ministerio público y vieron Su gloria en Su transfiguración en el Monte Tabor. Mas Santiago (Su hermano) y Judas Tadeo fueron testigos de otra cosa, fueron testigos de la vida privada de su hermano.

Cuando leemos la epístola de Santiago que dice: “Señor Jesús Cristo”, para nosotros, después de veinte y un siglos de Cristianismo, puede no significar mucho; mas él, siendo Su hermano en la carne, lo llama de ¡Señor!; eso sólo se dice de Dios. Por eso Dios escogió esos dos testigos en el Nuevo Testamento. El Padre delegó la Redención al Hijo y dio testimonio de una vida irreprensible, como también estaba profetizada desde la presciencia divina.

Después delegó el Juicio, y fue por eso que el Señor Jesús dijo: “Mi Padre a nadie juzga, mas dio todo el juicio al Hijo porque Él es el Hijo del Hombre”. El Padre se abstuvo de juzgar solo, y prefirió confiar el juicio a Su Hijo. Mas el Hijo no juzga nada por Sí mismo sino que oye al Padre. ¿Vemos nosotros ese relacionamiento hermoso? Vemos que no existe otro espectáculo mayor, otro “asunto” mayor que la Trinidad, que el relacionamiento del Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. El Juez que Dios constituyó para juzgar a todos los hombres y a las demás criaturas, es Su Hijo.

También le delegó al Hijo el Reino, Lo sentó a Su diestra, y es a través de Él que conocemos a Dios. Todo eso: (1) Vida en Sí mismo, (2) Arquitectura, (3) Creación,  (4) Revelación, (5) Redención, (6) Juicio y (7) Reino, que son siete “asuntos”, muestran lo que el Padre dio al Hijo.

 

LA IMPORTANCIA DE LA TRINIDAD

El Padre quiso eternamente tener un Hijo, y Lo tiene eternamente (Prov.30:4,5; Jn.17:1,5); eso nos muestra como es Dios y como es el Hijo. De la misma manera que el Padre es con el Hijo, el Hijo es con la Iglesia. Así como el Padre dio al Hijo, el Hijo quiere hacer todo con la Iglesia. El Padre delega gloria al Hijo y el Hijo dice: “La gloria que me diste Yo les di a ellos”. Así como el Padre le pasa al Hijo, y el Hijo le pasa a la Iglesia, la Iglesia pasa a los maridos, los maridos pasan a sus esposas, los padres pasan a sus hijos, las familias de la Iglesia pasan a la sociedad, todo por El Espíritu Santo; es un Rio de Vida, de inspiración y de realización que viene de la Trinidad.

Hermanos, viendo la Iglesia la importancia de este “ítem” fundamental, que es el propio Dios, no puede haber otra cosa anterior a Él. Nada más puede tener el primer lugar. Este primer “ítem”, Trinidad, la iglesia necesita conocer, y la divinidad del Hijo, la eternidad del Hijo, la coexistencia eterna del Hijo con el Padre, la coinherencia o pericoresis o circumminscesión de las Tres Divinas Personas del Único Dios Verdadero, y lo que es distintivo de cada Persona en la Trinidad.

Sólo estoy hablando eso, el primer “ítem”, para que la Iglesia celebre. Volvamos aquí y pongamos aquí de nuevo el enfoque, en esta relación  interna de Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

 

EL ASUNTO CENTRAL: LA TRINIDAD

Hermanos, cuando el Espíritu Santo comenzó a trabajar en la Iglesia, cuando leemos la historia de la Iglesia, podemos ver cuál era la tónica del Espíritu, cuál era el “asunto” al cual el Espíritu Santo estaba conduciendo a la Iglesia en los primeros siglos. Él quería abrir los ojos de la Iglesia sobre Quién es Jesús Cristo, pues vino a glorificarlo; qué relación tiene el Hijo con el Padre.

Algunos podrían pensar que Jesús fuese solamente un hombre, o un profeta que Dios adoptó, encima del cual vino la Unción; había muchas opiniones acerca de Jesús. Mas el Espíritu Santo estuvo enseñando a la Iglesia, pues esto es lo que Él haría: “Cuando venga el Espíritu Santo, Él me glorificará”. Cuando el Espíritu Santo vino, comenzó a glorificar al Hijo, a demostrar Quién es el Hijo. La Iglesia comenzó a confesar, a la luz del Espíritu Santo y de las Sagradas Escrituras divinamente inspiradas, la consubstancialidad del Hijo con el Padre; y esto es lo que escandaliza al judaísmo, al islamismo y al humanismo. El Espíritu Santo mostró a la Iglesia Quién es el Hijo de Dios.

 

LA ENCARNACIÓN

Entonces, hermanos, llegamos al segundo “ítem”, que ya estaba implicado en el primero, mas tiene que ser expresado de manera explícita. El primer “ítem” es la riqueza y el tesoro de la Iglesia, pues es lo que la Iglesia tiene por comida, la Trinidad. El segundo ítem, que es el segundo espectáculo, es la palabra clave: Encarnación.

Después del contenido de la palabra Trinidad viene el de la palabra Encarnación. La Iglesia necesita conocer la Encarnación del Verbo de Dios, que es el segundo espectáculo: manifestado en la carne, justificado en Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo y recibido arriba en la gloria. No hay historia mayor, no hay evento mayor en la historia que la encarnación del Hijo de Dios, la vida humana del Verbo de Dios, que es todo divino-humano.

Esta es la segunda “cosa” a la cual llamo la atención de la Iglesia. La Iglesia tiene que estar viendo estos “asuntos”: Trinidad y Encarnación. La Encarnación del Verbo de Dios es el segundo grande tesoro de la Iglesia. Hermanos, la Iglesia es la que comprende esto, la Iglesia es la que come de esto; fuera de la Iglesia las personas no entienden nada de esto, están ciegas. Es la Iglesia la que está teniendo sus ojos un poquito abiertos para conocer a Cristo, el Verbo encarnado de Dios, que fue hecho hombre, y en todo semejante al hombre excepto en el pecado; con espíritu humano, con alma humana, con cuerpo humano; probado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

Hermanos, no existe aquí una cosa mayor que tal vida humana haya sido vivida en la tierra. Esa clase de vida tuvo que ser limpísima y de la cual el propio Dios dio testimonio. Dios se sintió obligado, por causa de Su carácter, a dar testimonio de esta vida. Él habló públicamente y repetidamente ante testigos: “Este es mi Hijo amado en quien tengo contentamiento”, refiriéndose a Jesucristo.

Ya habían profetizado acerca de Él, que no se encontró engaño en Su boca, nunca hizo maldad y fue simbolizado por un cordero sin defecto. En esta Vida necesitamos detenernos, en esta Persona humana, divina y humana, Hijo de Dios y al mismo tiempo Hijo del Hombre, Profeta, Sacerdote y Rey.

 

LA EXPIACIÓN

La encarnación nos lleva al tercer gran ítem, riquísimo para la Iglesia, tercera palabra clave de los asuntos de la Iglesia que nunca podemos olvidar: Expiación.

¿Qué es la expiación? De la Trinidad a la encarnación, el Verbo Divino hecho hombre, fue muerto por nuestros pecados; eso es entrar en el sentido de la expiación.

Hermanos, a veces parece que no se vio lo que es la expiación. Hubo siglos en que pensaban que Él murió para darnos ejemplo de martirio. Algunas personas pensaban que la muerte de Él era una muerte como la de otro mártir, para darnos ejemplo. Claro que Él nos dio ejemplo, mas Él no murió solamente para darnos ejemplo, sino porque ese fue el precio de nuestros pecados, para vindicar en holocausto la Santidad, Justicia y Gloria de Dios, expiando también nuestros pecados, muriendo por nuestras trasgresiones, por el pecado de la naturaleza humana caída, crucificando juntamente con Él a nuestro viejo hombre, a la carne, al pecador, al mundo y presente siglo malo, las cosas viejas, al Adán caído, al acta de decretos que nos era contraria, destruyendo al emperador de la muerte y exponiendo a sus principados, librándonos del reino de las tinieblas, etc. [Véase de este mismo autor: “Provisiones de la Cruz” (Bogotá 1992), y también: “Tres Centralidades Concéntricas”, especialmente Volumen I: “Dios en Cristo” (Bogotá 1997), y “Algunos Aspectos de las Provisiones de la Cruz, Resurrección y Ascensión” (Angostura, Chile, 2013)].  

Recomiendo además a los hermanos un libro de Anselmo de Canterbury, que ya está publicado en portugués, que demoró mucho para ser publicado, mas ahora ya está en las librerías cristianas. Este libro es del siglo XI: “Cur Deus Homo”, es su titulo en latín; y del portugués: “¿Por qué Dios se hizo hombre?” de nuestro hermano también llamado Anselmo de Cantorberry, o de Cantuaria. El fue un hermano que Dios usó en la historia de la Iglesia para que el Espíritu Santo a través de él tocara la tecla de la Expiación. Después de que en los primeros siglos cristianos El Espíritu Santo mostró Quién era Jesús como Dios y como hombre, en los siglos medios volvió a tocar la tecla de la expiación, para preparar el terreno a la Reforma Protestante con su énfasis en la Justificación por la Fe. Recomiendo igualmente de Ruth Paxson: “Vida en un plano más alto” (Chicago 1928). Y de Watchman Nee: “La Vida Cristiana Normal” y “La Cruz en la Vida Cristiana Normal”.

 

EL ENTENDIMIENTO DE LA EXPIACIÓN

Hermanos, entender a Dios, a Cristo y la obra de Cristo ha sido el trabajo de la Iglesia por siglos. El Espíritu Santo condujo a la Iglesia en los primeros siglos para que ella comprendiese quien era realmente Cristo. Finalmente en el Concilio de Nicea confesaron, como tenían que confesar, y no es que allí haya comenzado el asunto, pues él está en la Biblia, mas por fin fue entendido por la Iglesia públicamente, que el Hijo es consubstancial con el Padre, es Dios con el Padre. El es Dios de Dios y Dios verdadero de Dios verdadero; esta fue la conclusión de cuatro siglos.

Bien, mas ahora que ya sabemos que el Verbo es Dios, ¿cómo queda este asunto de que Él es hombre también? ¿Cómo se relaciona la divinidad con la humanidad en la persona de Él? Y ahí vinieron otros más de dos siglos, el cuarto, el quinto, y aún el sexto, para comprender bien el relacionamiento entre la humanidad y la divinidad en la Persona única del Hijo de Dios que se hizo también el Hijo del Hombre. Mas después que eso fue aclarado en la Iglesia por el Espíritu Santo, llegó la era de comprender la Expiación, o sea, por donde Dios comienza. El comienza por la Persona y entonces por la obra de Cristo. Dentro del Templo, en el Lugar Santísimo, en el lugar central del testimonio de Dios, está el Arca del Pacto, de oro y madera, que habla de la divinidad y de la humanidad del Señor Jesús. Mas ¿qué es lo que está encima del Arca? El Propiciatorio, que nos habla de la expiación. Propiciatorio viene de propiciación que es la misma cosa que expiación. Entonces ¿cuáles son las “cosas” centrales las cuales la Iglesia tiene que estar conociendo y profundizando? Ella tiene que estar conociendo la Trinidad, la encarnación que es la humanidad de Cristo, la expiación y todo lo que está en la cruz de Cristo.

Como dije, solamente estamos viendo los índices de los asuntos. Estoy recordando estos asuntos y trayéndolos a tono porque son “cosas” nuestras, de la Iglesia, para que ella sepa que “cosas” hermosas tiene en las manos. No tiene solamente las doctrinas de la Trinidad, mas tiene a la propia Trinidad. No tiene solamente la doctrina de la encarnación, mas tiene al propio Cristo. No tiene solamente la doctrina de la expiación, mas tiene la experiencia de la salvación.

Por eso es necesario también aquí incorporar lo relativo a los ítems de la Resurrección, de la Ascensión y del Espíritu de Jesucristo. [Véase de este autor: “Provisiones de la Resurrección y Ascensión” (Bogotá 2006-2009), juntamente con la obra ya arriba citada de Angostura, Chile, 2013. También: El Volumen 2 de “Tres Centralidades Concéntricas” titulado: “El Espíritu de Jesucristo” (ambas a disposición en internet)]. Recomiéndase la obra de Andrew Murray titulada: “El Espíritu de Cristo”, y la ya citada de Ruth Paxson.

 

 

LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE

La palabra clave después de expiación es Justificación por la fe. Los hermanos nuevos tienen que ver la importancia de estas “cosas”. ¿Qué es la Trinidad? ¿Qué es la Encarnación? ¿Qué es la Expiación? ¿Qué es la Resurrección y la Ascensión? ¿Quién es el Espíritu Santo y qué hace? ¿Qué es la Justificación por la fe, el perdón, la limpieza de nuestros pecados, de la mancha del pecado? ¿Qué es la crucifixión del viejo hombre? La justificación, la santificación, la regeneración, la renovación, la vivificación, la transformación y conformación a la imagen de Cristo, toda la obra de Cristo.

Fue después de los siglos medios once, doce, trece, cuando el asunto de la expiación quedó fuerte, gracias principalmente al trabajo de nuestro hermano Anselmo de Canterbury y otros, y entonces llegó la era de la Reforma. Ahí el Espíritu Santo comenzó a llamar la atención a otra tecla de la melodía, la Justificación por la fe.

Ya dijimos que Él es el Hijo, que es Dios también, tanto Dios como hombre, y de la muerte expiatoria; entonces ahora somos salvos, no por las obras, mas por la fe; “Justificados pues por la fe tenemos paz para con Dios.” Fue cuando vino Lutero que comenzó la Reforma, y vinieron con él otros reformadores. Entonces el Espíritu comenzó a tocar en esta nueva tecla de la melodía, esta nueva página de la partitura del drama de la redención. Entonces, hermanos, tenemos que disfrutar de nuevo con frescura, con realidad, como siendo nuestro, y que sea posesión de los nuevos hermanos este asunto de la Justificación por la fe.

Hermanos, todos estos “ítems” son combatidos por el diablo; él no quiere que creamos en la Trinidad, en la encarnación, en la expiación, en la esencia del Evangelio, la justificación por la fe,  y la salvación eterna. Todo eso lo combate el diablo; mas la Iglesia aprecia, la Iglesia vigila, la Iglesia conoce, defiende y proclama el testimonio. Todo eso es el tesoro de la Iglesia. Esa palabra, que es tan simple para los creyentes protestantes, la justificación por la fe, tiene que ser masticada, disfrutada, conocida y ser la posesión de los hermanos más nuevos. Ellos tienen que tener claridad de lo que es ser justificados por la fe y ser salvos por la gracia de Dios. Esta es la primera etapa, la primera parte de la salvación, y es el aspecto jurídico de ella, que también se complementa con el aspecto orgánico, al que sigue la santificación.

 

 

 

LA IGLESIA

Entonces, hermanos, la Trinidad, la encarnación, la expiación, la resurrección y ascensión, el Espíritu Santo, la Justificación por la fe;  ahora llegamos a este otro ítem: “el Cuerpo de Cristo”, la Iglesia. Ahora sí podemos pasar en la dispensación del Lugar Santísimo para el lugar santo, donde encontramos después del Arca y el Propiciatorio a la mesa de los panes de la proposición y el candelero. Mas la mesa y el candelero están en segundo lugar; en primer lugar está el Arca del Testimonio. De Dios y Cristo y la obra de Cristo recibida por la fe, y la regeneración por el Espíritu, entonces resulta la Iglesia de Dios.

Solamente después que quedó claro quién está adentro y quién está afuera, quién es salvo y quién no, entonces se puede entender mejor a la Iglesia. No adelantaría casi nada el Espíritu Santo si tocara en la “eclesiología”, sin esclarecer primero el asunto de la expiación y de la justificación por la fe, y lo del Espíritu y la santificación. Tenían que venir primero Lutero, Zwinglio, Calvino, Melanchton, y todos aquellos reformadores, para después venir los hermanos y comenzar a rever el asunto de la Iglesia que es un cuerpo.

Vemos entonces en la historia de la Iglesia, el asunto de su separación del estado. Aquella parte de la Iglesia, especialmente entre los Anglicanos que hablaban que el rey de Inglaterra era su cabeza viva, en toda aquella mezcla y confusión, los hermanos estaban tratando de definir si la iglesia es visible ó invisible, si el estado tiene derecho sobre la Iglesia o no, y hasta qué punto. Cuantos hermanos muriendo por liberarse del estado,  separando la Iglesia del estado. Hermanos, aquellos siglos XVI, XVII, hasta el XVIII, vivieron como un nuevo parto de la Iglesia, para que ella se comprendiese a sí misma como “el Cuerpo de Cristo”. Hoy en nuestro siglo somos deudores de ese largo parto de la Iglesia. Hoy recibimos la comida masticada, pero llevó siglos para masticarse, disolver, digerir, hasta ir quedando cada vez más claro.

 

LA ESCATOLOGÍA

Después entonces viene la escatología; ella es el último capítulo de la Teología Sistemática. Si comprendemos la Iglesia, y el asunto de los vencedores, el asunto del arrebatamiento, el Reino, el Milenio, entonces después de la eclesiología viene la escatología, pero solo después de entender la Iglesia. No se puede entender bien la Iglesia sin entender la Justificación por la fe, la salvación; y no se puede entender la justificación por la fe y la salvación, si no se entiende la expiación; no se puede entender la expiación si no se entiende la encarnación (Cristo), y no se puede entender la encarnación (Cristo), sin entender la Trinidad.

Trinidad, encarnación, expiación  y todo lo demás, resurrección, Espíritu Santo, y el efecto en nosotros de la justificación por la fe, los demás efectos; y entonces la Iglesia, “El Cuerpo”. Somos un cuerpo que guarda este contenido, este Dios, este Cristo, este Espíritu, esta Vida, esta salvación, este testimonio; porque somos esto, tenemos entonces esta esperanza.

EL PROPÓSITO

Ahora sí llega la hora de madurar en el propósito eterno de Dios. La Iglesia también conoce el propósito eterno de todo esto, de la creación, de la encarnación, de la expiación, el propósito para la Iglesia. También conoce la escatología, Cristo la esperanza de gloria. La gloria de Dios expresada en la Esposa. Dios habiéndose revelado y dado plenamente, ahora consumado en Su amor, Nuevo Cielo, Nueva Tierra y Nueva Jerusalén, una Esposa teniendo la gloria de Dios.

Entonces, hermanos, estas son por ahora mis últimas palabras en la ocasión de esta noche; aunque últimas, también son importantes: Cuerpo, Iglesia, propósito eterno, Reino, Nueva Jerusalén, consumación y escatología. Era apenas una visión muy panorámica para recordarnos los “asuntos” que son nuestros, que son de la Iglesia, y que es nuestro pan diario, el pan para nuestros hijos y para todos los hijos de Dios. Amén.

 

Oremos:

Padre,  agradecemos al Señor porque nos concedió considerar algo de tu Palabra; poséenos, conquístanos para Ti, conquístanos para la novia de Tu Hijo, conquístanos, Señor, para la alegría de Tu corazón. Concédenos servirte en Tus asuntos, a Ti personalmente por medio de Tu Hijo y de Tu Santo Espíritu en el nombre del Señor Jesús; amén.”

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Gino Iafrancesco V., enero 2004, Tamandaré, Paraná, Brasil. / 2a edición, corregida y aumentada por el mismo autor.

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